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Particularidades de alguna gente que está presta con una verborrea automática para repeler cualquier frase o palabra que para su sentir les incomoda, las hiere o simplemente las rebotan por inercia pues siempre están a la defensiva. O porque sin sentir nada que les incomoda meramente asumen el mundo y la vida de tal forma que a todo hay que llevarle la contraria. Contrariar todo es como un ejercicio maléfico en el que se retan para siempre estar escalones arriba de lo que otro u otra diga. Es una competencia verbal locuaz por demencial más que por otra cosa. Se trate del espíritu de contradicción en pleno apogeo.
Pero es una defensiva patológica, una manera de evitar concederle la razón a alguien ante la certeza de que nadie es más hábil o astuto con el don de la palabra que él o ella. Dicho de otro modo, se trata de una peculiaridad bizarra de quienes parecieran estar en acechanza, en la espera de que otra persona opine o diga algo que aún cuando sea de un aspecto o característica con elevada certidumbre y objetiva percepción, estas personas derraman tal discurso que justifican con palabras o gritos, sean obscenos o vulgares aquello a lo cual le deben llevar la contraria.
No hay tranquilidad ni serenidad en este tipo de personas, no hay armonía; a veces se muestran violentas y altaneras, fuera de sí, y en la mayoría de los casos ese espíritu de contradicción es para llamar la atención y sentirse tomadas o tomados en cuenta. Generalmente se trata de personas con cuantiosas carencias.
Una nimiedad la hacen un escandaloso espectáculo para lucirse y figurar. Hay tal sentido de minusvalía de la propia imagen que ametrallan con el verbo demencialmente, así tengan que llevarse por delante a quien sea. Es incluso una cuestión de cultura en la que la mayoría de la gente decente evita sentirse involucrada.
Si la gente se apreciara objetivamente cuando monta tales espeluznantes espectáculos, tal vez podrían poner coto a tan deplorable estampa que se yergue en ellos o ellas cuando se disparan el verbo en un espíritu de contradicción. Pero eso es como el que es adicto a las drogas, debe reconocer que necesita ayuda y una vez que logra tomar conciencia es que empezará a evolucionar para despojarse de la pesada carga de una estampa escandalosa. Pero aunque usted no lo crea, hay quienes se regocijan en saberse escandalosas o escandalosos y vulgares enfermizamente con su verbo.