Ahora
“No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma”. J. Krishnamurti
El pueblo venezolano nuevamente se expresó. Después del 6 de diciembre pasado, este 1 de septiembre de manera contundente, visible, e inequívocamente, manifestó su elevado espíritu democrático y su decidida voluntad de cambio. Emitió su sentencia para que se elimine de nuestro territorio ese reducto de la ignominia que se ha dado en llamar pomposamente “revolución bolivariana”. El régimen quedó reducido a lo que es, una banda de delincuentes que quedará inscrita en nuestra historia como el más desastroso y desquiciado experimento político, económico y social. Ya no debe haber equivocaciones en ese sentido, si todavía tienen una pizca de vergüenza y de cordura deberían renunciar dignamente y no volver jamás.
El pueblo se pronunció por la vía democrática para provocar un cambio de manera pacífica, y eso lo garantiza el referendo revocatorio este año. La gente demostró que nos resistimos a ser un país de miserables y fanáticos aturdidos; queremos ser una nación próspera y con valores que le permita ubicarse en un lugar privilegiado en la sociedad del conocimiento.
No nos equivoquemos. Esa gran lección de civismo y democracia tenemos que estudiarla y analizarla minuciosamente. Nos corresponde aprender y asumir cada quien su responsabilidad. El poder de convocatoria no puede apropiárselo ninguna agrupación en particular. La conciencia colectiva afloró nuevamente tanto en la ciudad capital como en los que hicieron el descomunal esfuerzo para trasladarse hacia ella. Igualmente en los que manifestaron su presencia en distintas ciudades fuera y dentro del país.
El país todo está exigiendo una democracia decente y una dirigencia sensata que entienda que este es el momento de dignificar la Patria; que es necesario el esfuerzo, el riesgo y el sacrificio para reconstruirla. Que no hay predestinados; Que el liderazgo hay que ganárselo construyendo confianza y actuando con integridad, sólo así, podrá conseguirse la credibilidad necesaria de un pueblo que siente y padece carencias materiales y espirituales.
¿Y ahora qué? Es la gran pregunta que corre por las redes y los medios. Podemos sentirnos conformes con esa gran demostración de fuerza y voluntad de cambio, pero, no satisfechos. Ahora es cuando se requiere grandes dosis de sensatez y de inteligencia y de un sincero y profundo deseo por mantener la unidad y darle direccionalidad a las acciones. El manejo de escenarios posibles y probables requiere de mucha gente, no para ocupar cargos, ni para satisfacer egos, sino para poner su talento al servicio de la mejor causa: reconstruir el país, rescatar sus valores y volver a ser una nación próspera y admirable.