Una plegaria por Venezuela

Espero que la Semana Santa haya sido para reflexionar sobre el mensaje de Jesús y hecho la firme promesa de ser mejores cristianos y ciudadanos: “bienaventurados los que brindan misericordia porque ellos recibirán misericordia(…)

Semana trágica, esta Semana Santa 2017. Los demonios se desataron y la crueldad y la saña se apoderaron de venezolanos que reprimen a venezolanos. El saldo no puedo ser más desolador. Decenas de heridos, cientos de detenidos y dos jóvenes estudiantes asesinados por balas provenientes de instrumentos que deben ser utilizados para garantizar la seguridad de los ciudadanos y preservar la paz. La situación se torna cada vez más peligrosa por la incertidumbre y la intolerancia.

En esta semana también se conmemoró una fecha que produjo un punto de inflexión en la historia contemporánea de Venezuela. Una herida que después de 15 años continúa abierta porque no ha habido la reparación de justicia. En cada nuevo aniversario se reaviva el resentimiento y los odios acumulados por la diatriba permanente y la violencia que no cesa. Las calles se desbordaron de manifestantes que exigían cambios en la dirección política del Estado.

Los venezolanos aprendimos a vencer los miedos, o a pesar de él, porque sentimos que es una obligación hacer lo que es preciso hacer. Se ha adquirido un sentido del compromiso y de calidad, si se puede decir, en la responsabilidad como ciudadanos. Algo beneficioso para un país que transita un desvió de la senda democrática y la gran mayoría de sus habitantes quiere el respeto al Estado de derecho; a la institucionalidad y a los derechos fundamentales de las personas; a su decisión libérrima de abrazar la libertad y la justicia, de elegir y ser electos. A no ser encarcelados ni sufrir persecución por sus ideas. Me uno a esas exigencias y demando la libertad para todos los presos políticos.

Este tiempo tan difícil y complejo, nos remite a la que para mí es la prédica más importante de Jesús de Nazaret, donde revela su evangelio, El sermón de la montaña: “…bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios (…); bienaventurados los que lloran su aflicción porque ellos serán consolados (…); yo os digo ¡ay de los que ahora reís porque vais a lamentaros y a llorar! (…); bienaventurados vosotros los famélicos porque seréis saciados…”.

Amigos, hermanos, espero que la Semana Santa haya sido para reflexionar sobre el mensaje de Jesús y hecho la firme promesa de ser mejores cristianos y ciudadanos: “bienaventurados los que brindan misericordia porque ellos recibirán misericordia (…); bienaventurados los que trabajan por la paz porque hijos de Dios serán llamados, y bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el reino de Dios”. ¡Así sea! 

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