Frente
“Venceréis, pero no convenceréis” exclamaba el filósofo e intelectual español Unamuno a las falanges franquistas comandadas por un militar de alto rango y el séquito de curas, comerciantes y gritones que les acompañaban. Frente a la fuerza bruta de las armas, la represión y la intolerancia de los golpistas que clamaban “muera la inteligencia, viva la muerte”, el académico septuagenario se plantó, con la fuerza de sus ideas, pasando así a la historia mundial como un símbolo de la Academia y el pensamiento frente a la brutalidad y la violencia.
Hago mía esta frase y trabajo con ella, porque sigue siendo muy válida, sobre todo en estos tiempos duros que vivimos los venezolanos. Hoy los empresarios, emprendedores, comerciantes, los trabajadores conscientes, directores de recursos humanos y todos los que de alguna forma queremos generar prosperidad con bienestar debemos esgrimir esta poderosa frase frente a quienes pretenden imponernos la anomia, el desorden, la improvisación, la extorsión y la irresponsabilidad individual y colectiva como elementos del paisaje.
Digamos NO con los hechos. Trabajemos, seamos responsables y solidarios, seamos ordenados y diligentes. Neguémonos, por favor, a caer en las lógicas perversas de la picardía, la especulación comercial, la explotación laboral y la tolerancia a prácticas criminales como la extorsión, el “bachaqueo” y el matraqueo. Digamos NO a ese país africanizado, violento y caníbal que pretenden imponernos como “normal”.
Hay dos corrientes negativas en la Venezuela de hoy. Ambas auspiciadas por las fuerzas fácticas que dominan el Gobierno y las calles. La primera de estas corrientes es la “criminalización y estigmatización de la actividad empresarial y comercial”. Los que se robaron montañas de dólares llaman “ladrones” a quienes sólo quieren mantener abiertas y rentables a sus empresas. La segunda corriente negativa es la “banalización de la irresponsabilidad” y la propagación del “sálvese quien pueda” en lo económico e institucional. Es una suerte de “dejar hacer, dejar pasar” que aplican con bachaqueros, policías tolerantes con ladrones y empleados públicos negligentes o extorsionadores. Quieren hacernos creer que esas prácticas son “normales” por generalizadas, cuando en realidad son delitos que debemos rechazar y denunciar.
Frente a la barbarie que nos somete a colas, apagones, abusos y angustias de todo tipo, debemos levantarnos con la fuerza de las ideas y la moral productiva. No para tirar piedras o gritar consignas. Nuestra resistencia más luminosa será ir al trabajo, produciendo más y educando a nuestros compañeros y empleados con el ejemplo cívico. Ser buenos productores, comerciantes o profesionales, sin caer en las lógicas perversas de la explotación del otro o la resignación ante el paisaje.
Una vez más, debemos citar a Unamuno y exclamar: “podéis vencer porque os sobra fuerza bruta, pero no convenceréis porque carecéis de ideas luminosas y persuasivas”. Así haremos una silenciosa y digna declaración de guerra. Así le diremos que no somos como ellos. Que queremos trabajar, crear prosperidad, buenos servicios y riqueza compartida.
En nuestras empresas seremos exitosos cuando logremos desintoxicar, con la palabra y el ejemplo, a nuestros directores y empleados de las lógicas perversas del entorno. Las empresas exitosas son el producto de muchas personas capaces de trabajar unidas en torno a una meta común, con valores positivos, con visión humanista y compromiso con el cliente.
La empresa venezolana que sobrevivirá a la crisis y generará ganancias permanentes y progresivas no será un barco de esclavos, ni un cuartel, ni una mafia especuladora. Será un conjunto de buenos ciudadanos, con sus necesidades y personalidades, remando juntos. Nuestra misión, como líderes de la nueva Venezuela, será ayudarlos a remar, a fijar el rumbo e impulsar empresas y organizaciones que combinen alta productividad, mucha prosperidad y bienestar físico y emocional para su personal.