
En Cúcuta, Colombia, las mujeres venden desde el cabello hasta sus cuerpos para enviar dólares a sus familiares en Venezuela
Los venezolanos no paran de cruzar el Puente Simón Bolívar que une a Colombia con Venezuela por la frontera sur. A Cúcuta, capital del norte de Santander, llegan solos, acompañados y en muchos casos las mujeres cruzan embarazadas para dar a luz al otro lado de la frontera.
Una vez allá las delgadas mujeres acunan a sus bebés y mendigan a lo largo de las canaletas llenas de basura. Los adolescentes venden todo, desde cigarrillos hasta dulces y agua, para pequeños cambios.
“Pelo, buscando pelo”, un hombre mayor corea a través de la multitud, dirigiéndose a un grupo de mujeres que agarran a sus niños pequeños. Otro hombre cercano sostiene un letrero, “compramos cabello”. Cada vez más niñas y mujeres se acercan al corte que el fin de mes cumple, y alimentan a sus familias por unos días.
Las mujeres venden su cabello a los peluqueros locales en Colombia por 10 o 15 dólares, todo depende de la longitud y la calidad. Otras mujeres venden sus cuerpos. Las niñas de tan solo 14 años se alinean en las calles de Cucuta disponibles “para alquiler”, ganando alrededor de siete dólares por servicio, según reseña un trabajo especial de Fox News.
“Debido a la brutal situación económica en Venezuela, vienen a Colombia en busca de trabajo o, al menos, de refugio y atención básica. Pero por lo general, terminan vendiendo velas o café en los semáforos”, detalla Amy Roth Sandrolini, jefa de personal de The Exodus Road, una organización con sede en EEUU dedicada a combatir la trata de personas en todo el mundo. “Donde también se vuelven vulnerables a ser reclutados, a ser víctimas de la trata de personas”.
Tanto hombres como mujeres están expuestos al tráfico sexual a lo largo de la ruta de Venezuela a Colombia. Según varios caminantes, algunas mujeres “eligieron” la prostitución como un medio para ganar dinero y ganar viajes en el camino. Y algunos hombres heterosexuales “se venden en el mercado gay” por un poco de dinero.
Otras mujeres son manipuladas u obligadas a entregar a los “tipos de proxenetas” sus documentos y tarjetas de identificación, y posteriormente se los recluta en redes de prostitución. Ese es particularmente el caso en las zonas fronterizas, donde operan muchos grupos rebeldes y narcotraficantes.