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El tema relativo a la situación de Venezuela, nuevamente se convirtió en lo que varios analistas han definido con acierto como la “manzana de la discordia”, lamentablemente a nivel de los Gobiernos se ha impuesto un mecanismo con el que se logra silenciarlos, críticos que no quieren fracturar el consenso, para que luego, un vocero como Rafael Correa, en su condición de Presidente del Celac, hable como si fuera “Monsieur Amerique Latine” para golpear la mesa y asumir un tono de unanimidad latinoamericana que no representa siempre la posición real de todos.
El presidente del Consejo Europeo Donald Tusk confesó: “No estoy satisfecho con el lenguaje de la Declaración de Bruselas, pero es un consenso”, posición que luego fue mejor precisada por el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, al defender la posición de la Comunidad Europea afirmando su defensa por “la democracia, la libertad, los derechos humanos y el diálogo”.
La dialéctica de la confrontación de Venezuela, va creando reacciones cada vez menos incondicionales en la región, al mostrar inconformidad con declaraciones altisonantes en varios frentes contra expresidentes, organizaciones internacionales, medios de comunicación y cada vez con comentarios más ofensivos contra gobiernos o autoridades de países como Colombia, España, Canadá, EEUU, Brasil, México, Paraguay, Uruguay, Chile, Costa Rica por mencionar algunos.
En el caso del improvisado Decreto 1787 sobre Guyana, inicia un camino preocupante, que va de un extremo al otro, ya que después de una década de actuación diplomática pasiva, fija unilateralmente las fronteras marítimas en la fachada atlántica, que no sólo afecta los mecanismos de buenos oficios establecidos con Guyana asumiendo un riesgo innecesario al abrirle la puerta, a que el país vecino solicite llevar el caso a la Corte Internacional de La Haya -a todas luces desventajoso para Venezuela- ya que allí invocarán el dictamen del Laudo Arbitral de París de 1898. Dicho Decreto pisa otros callos de países caribeños y europeos como Francia y Holanda, que tienen departamentos de ultramar afectados, lo que podría constituir otra “manzana de la discordia”.