Que
Que los sembradores de odio hagan un propósito de enmienda. Ese podría ser el primer paso para desmontar la violencia casi institucional, que ha ensangrentado a la nación durante un tiempo aproximado a las dos décadas.
Que el país vuelva a ser el más productor del continente, en muchos de los rubros alimenticios de los que ahora carecemos.
Que esa humillación de las colas, a la que el pueblo está sometido actualmente, deje de mancillar la dignidad de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, quienes hoy son víctimas de tal vejamen.
Que se terminen definitivamente las obras públicas, que se han prometido en la última década y que, en su mayoría, apenas se conocen como “iniciadas” o “inconclusas”. Con un agravante: todos los años, en el presupuesto nacional, se destinan recursos para obras que avanzan poco; pero a “cada rato” son “inauguradas” por el Gobierno. En castellano puro, eso es una descarada trácala.
Que los poderes públicos recuperen la autonomía que les ha sido secuestrada, para que cese la indefensión en la que hoy se encuentran los ciudadanos venezolanos.
Que se proteja al pueblo del sicariato que está en proceso de consolidación en nuestra patria. Una de las calamidades que ha generado la incapacidad gubernamental.
Que los jóvenes, además de las posibilidades de estudio, se les garantice un buen mercado de trabajo estable y bien remunerado. Es la única forma de evitar el éxodo de profesionales, quienes buscan futuro en otros países, dado el estado de ruina en que se encuentra el nuestro.
Que los servicios públicos (gas, electricidad, agua, telefonía, etc.) sean eficientes y al alcance de toda la población.
Que los profesionales de la salud, de la educación, los agentes policiales de todos los cuerpos de seguridad -sin desmedro de las condiciones salariales de otros sectores laborales- devenguen sueldos que dupliquen o tripliquen el monto de las remuneraciones que perciben en este momento. El dinero sobrará para que todos los trabajadores del sector público ganen salarios dignos. Es el dinero que hoy se le regala a otros países.
Que el pueblo democrático, con su dirigencia democrática a la cabeza, salga a votar masivamente. Es de la única manera que las cosas pueden cambiar en la república. El 6-D es esta cita histórica. Si se deja pasar esa oportunidad, nadie podrá, ni siquiera imaginar, lo que sucederá en Venezuela en los próximos años.