No hay justificación alguna para que un hombre rodeado de una pandilla de incompetentes estafadores y desfalcadores, haya sometido a un pueblo, como el venezolano, a esta tragedia humanitaria que amenaza hasta con la extinción de la nación venezolana
Venezuela, en medio de la grave crisis que vive en todos los aspectos de la vida de la nación, muy bien puede calificarse como tierra arrasada a causa del desastroso desempeño de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Lo peor de esta lamentable y trágica situación es que estos salteadores, forajidos de las peores mañas, no son capaces de reconocer el desastre que han ido dejando a lo largo de estas dos décadas perdidas durante las cuales han desgobernado.
La gran tragedia que vivimos los venezolanos en estos momentos, como es el colapso total del servicio eléctrico, que ha hecho agudizar aún más, la crisis humanitaria en salud y alimentación, no es producto del abandono de los planes de generación de energía eléctrica para atender la creciente demanda de un servicio tan elemental como este, sino de una conspiración del Gobierno norteamericano y la oposición venezolana para sabotear la represa del Guri, la única fuente de energía del país porque la revolución paralizó las centrales termoeléctricas por falta de mantenimiento.
Para completar el panorama desolador del país, tampoco hay agua, pero para el régimen esta falta del servicio es una consecuencia del colapso eléctrico y por lo tanto los culpables son el imperio norteamericano y la derecha venezolana, como califican los muy canallas al 90 por ciento del país que los repudia.
El país se encuentra paralizado. Las pérdidas en industrias, comercios, el agro y demás sectores productivos son incuantificables. El pueblo padece de hambre y se muere de mengua en los hospitales porque no tienen los recursos mínimos para atender a quienes llegan buscando solución a sus males.
Las universidades cerradas al igual que los institutos de educación primaria y secundaria, porque no tienen electricidad ni servicio de agua potable. No hay transporte público, los sistemas de cloacas explotan por todos lados. No hay dinero en los bancos y para obtener la irrisoria suma de dos mil bolívares, está el corralito de por medio, y los clientes tienen que pasar largas horas en cola; el país es un caos total.
No hay justificación alguna para que un hombre rodeado de una pandilla de incompetentes estafadores y desfalcadores, haya sometido a un pueblo, como el venezolano, a esta tragedia humanitaria que amenaza hasta con la extinción de la nación venezolana.
El usurpador se niega a reconocer que tiene el rechazo de la casi totalidad de los venezolanos. Más del 90 por ciento, según estudios muy serios de opinión pública, quieren que Maduro se vaya y le permita al país iniciar la búsqueda del camino que lleve nuevamente a Venezuela a progresar y a desarrollarse para el bienestar de los venezolanos.