Venezuela

Venezuela está siendo olvidada, la esencia de lo que nunca se dejará de ser ha estado eclipsada por tiempos tristes. La tragedia ha tocado a demasiadas familias

Ser venezolano, por nacimiento o adopción, es una condición que une a la persona con un sentimiento particular. Una sensación de orgullo por una tierra hermosa se apodera instantáneamente de quien siente la brisa de un amanecer en el Lago de Maracaibo, contempla el inmenso silencio de los Andes, se sumerge en las aguas cristalinas de Los Cayos, desciende desde las verdes montañas hasta pequeños refugios de playa a lo largo del Litoral, contempla el infinito desde los Llanos, observa de pie el pasado intacto desde el Roraima, para finalmente ver cómo cae la tarde desde la Isla de Coche.

Además de su naturaleza rica en imágenes, quien ha habitado estas tierras conoce de sus riquezas en recursos. El petróleo ha sido una fuente noble de progreso, como también lo han sido los ríos, los suelos con minerales, y miles de hectáreas para el cultivo. El clima también ha sido amigo de quienes han decidido pasar sus vidas en un trópico templado, donde la mayor pasada que puede jugarle la naturaleza es algún exceso de lluvias o una sequía imprevista. Pero el país al final es un mosaico de climas que en medio de sus diferencias ofrecen algo en común, su bondad para quien habita en ellos.

La gente es también otra esencia de una tierra que flota entre las selvas y andes del sur del continente y el fresco del Caribe. Sin duda con defectos como es propio de todo ser humano, pero con una disposición hacia la amistad como pocos, el venezolano es alegre por naturaleza y optimista por convicción. Trabajador cuando hace falta, pero sin olvidar que al final todo debe servir para terminar abrazado con desconocidos convertidos en hermanos en una playa, comiendo alguna arepa de madrugada, o bailando en el festival musical de una tierra con tantos ritmos como regiones.

Venezuela está siendo olvidada, la esencia de lo que nunca se dejará de ser ha estado eclipsada por tiempos tristes. La tragedia ha tocado a demasiadas familias, y la ruptura social ha sido muy profunda. Hay muchos que aún intentan conservar esa esencia de ser venezolano, sin duda una gran mayoría, pero la ausencia de algo que se asemeje a una salida al atolladero histórico en que se ha sumergido el país los ha dejado huérfanos. La tierra de paisajes hermosos, recursos invalorables, y gente amable sigue ahí, oculta por el polvo de la locura del poder. Sin duda algún día ese polvo desaparecerá y volverá a brillar el país añorado.