
Choferes,
Sembradíos de café, legumbres y pequeños hatos. De ahí que el sector lleve por nombre Haticos. Luego del boom petrolero, todo cambió y la zona se sobrepobló debido al crecimiento desordenado de Maracaibo, que ocasionó la carencia de servicios básicos. Ahora la falta de interés gubernamental por muchos años ha desembocado que la avenida 17 de los Haticos colapse.
Las quejas, protestas, cientos de cartas, quema de cauchos y otras maneras de hacer presión por parte de residentes, transportistas y comerciantes parecieron surtir efecto en el año 2011, cuando se anunció por parte de la Gobernación del Zulia, la Alcaldía de Maracaibo y distintos entes, la creación y ejecución del proyecto que llevaba por nombre corredor vial monseñor Roberto Lückert y que pondría fin a la eterna problemática.
Luego de aproximadamente un año del anuncio, el 5 de agosto de 2012, Pablo Pérez, exgobernador del estado, junto a Eveling de Rosales, alcaldesa de Maracaibo y Henrique Capriles, quien para entonces era candidato presidencial, se dispusieron frente a una multitud congregada a inaugurar el corredor vial que recorría la avenida, desde plaza Las Banderas hasta la iglesia La Milagrosa.
La obra
El corredor que lleva su nombre en homenaje al sacerdote, contó en su momento con una infraestructura amplia y uniforme, brocales, señalización, modernización de la red de semáforos, pavimentación, iluminación, paradas e incluso con un museo al aire libre que exhibía 20 gigantografias de Maracaibo y 31 obras de diferentes artistas zulianos.
Con fuegos artificiales y grupos en vivo, el exgobernador, Pablo Pérez, señalaría. “Resolvimos a profundidad el tema de los Haticos, no podíamos venir con paños calientes”. La inversión total de la obra fue de 33 millones de bolívares que sirvieron para recuperar 6,5 kilómetros aproximadamente y que permitirían reactivar comercialmente la zona y asegurar el tránsito oportuno entre el municipio Maracaibo y San Francisco.
Poco más de cuatro años después, su realidad es totalmente opuesta a su momento de máximo esplendor. Huecos, botes de aguas, falta de iluminación, inseguridad, basura y monte, hacen parte del paisaje. En al menos cinco puntos críticos, las aguas negras se apoderan de las calles, causando enfermedades y rompiendo el pavimento.
Mucha calamidad
Klairet Niño, una comerciante que labora en un puesto de comida, ubicado justo al frente de las aguas negras, comentó: “Tenemos graves problemas con las aguas. Inundan el negocio y nadie nos da respuesta. Las personas se acercan a comer al puesto, pero no podemos utilizar los baños porque se desbordan. Los vecinos no pueden ni siquiera lavar y todo empeora cuando llega el agua cada tres días”.
Los problemas mellan la calidad de vida de quienes residen en el sector. Johnny Azuaje, habitante de la comunidad, señala. “Nuestras casas se inundan. Vienen unas contratistas y ponen avisos, cierran la calle y dicen que van a reparar los botes y nada. Llevamos más de dos años graves. La vialidad es pésima al igual que la iluminación y la seguridad”.
Luego de pasar la Cervecería Regional, la entrada del centro industrial Angelini se encuentra cerrada. En su lugar, un gran pozo de aguas inmundas tapan la entrada y media carretera. Argenis Graterol, de 57 años, con unas botas de hule y una pala, trabaja junto a su compañero tapando las “troneras” de la calle. “Llevamos más de un mes aquí y tuvimos que hacer un canal con escombros para que el agua no inundara todo esto”.
Durante el trayecto, es común observar las paradas del transporte público sin sillas y desoladas, esquinas repletas de basura, postes de electricidad sin bombillos o vehículos y buses que hacen pericias para evitar caer en los huecos y destrozar sus unidades. Al igual que las aguas negras, comerciantes y choferes se han visto obligados a abandonar la zona, producto de la inseguridad galopante.
Decadencia por doquier
Néstor Peña, un chofer que transita a diario por la avenida 17 de los Haticos, es testigo silente del colapso de tan importante arteria vial. “Llevo más de 17 años trabajando aquí y he visto cómo ha decaído. Si comparamos con años anteriores, podemos decir que hoy funciona un 25 por ciento de los locales que antes abrían sus puertas. Por las noches todo es tiniebla y a diario sufrimos atracos”.
Del museo al aire libre que daba colorido y belleza junto a los árboles apostados para la obra, solo queda el recuerdo. Delincuentes se encargaron de robar todas las muestras de arte. Quienes caminan a cualquier altura de la avenida son víctimas de la inseguridad y de conductores imprudentes que los bañan de aguas putrefactas. Los niños se ven obligados a jugar alrededor de la mugre e incluso personas adultas ven comprometidos el poder entrar a sus viviendas por las dificultades de acceder debido al lodo y las aguas.
Promesas
Según una nota publicada en el sitio web del Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo y Agua, con fecha del 13 de diciembre de 2016, “la Gobernación del estado Zulia, Iara, PDVSA e Hidrolago, cumpliendo instrucciones del Gobierno nacional, aplicarán un plan de recuperación del corredor vial con la finalidad de buscar solución a los problemas de saneamiento y falta de alcantarillados”.
Según estos, “el plan comenzará con la limpieza de colectores, limpieza de drenajes y permitirá hacer un diagnóstico del comportamiento de los colectores, las bocas de visita y los drenajes para que el próximo año se ejecute el plan integral de rescate y recuperación vial”. En la nota, también se puede leer que “cuando se inauguró el eje vial en 2012 no se construyeron los drenajes necesarios para las descargas de aguas de lluvia” y que el proyecto también se encargará “de la recolección de desechos sólidos que es responsabilidad de la Alcaldía”.
Los años pasan y el brillo despampanante que tuvo alguna vez el corredor vial monseñor Roberto Lückert desaparece, al igual que las promesas y las oportunidades de cambio. Quienes viven, transitan o comercializan en la zona ven cómo sus vidas se inundan entre las aguas negras, inseguridad, basura, enfermedades y pésima vialidad. Exigen respuestas de las autoridades y desean vivir, no “sobrevivir”.