Vivir de revoluciones

En política la palabra revolución es utilizada por parte de los idealistas de izquierda para identificarse con la lucha “obrera y social”, por un mundo mejor y de igualdad, pero lo cierto es que su lucha es solo una utopía

“La lucha del hombre contra el poder, es la lucha de la memoria contra el olvido”. Milan Kundera

Suena bonita la palabra revolución, la misma es significado de cambios, de ruptura con viejos esquemas, la destrucción de paradigmas, avances. En política por lo general, es utilizado dicho término, por parte de los idealistas de izquierda para identificarse con la lucha “obrera y social” por un mundo mejor y de igualdad y todos esos lugares comunes que utilizan los comunistoides para embobar a las masas hasta que logran llegar al poder.

Pero lo cierto es que su lucha es solo una utopía. En sus mentes retrógradas solo hay un objetivo cierto. Hacerse del poder por los medios que sea (generalmente violentos y sangrientos), reivindicando una lucha armada en pro de la igualdad, enarbolando las banderas de la lucha de clases y repitiendo teorías de izquierda, escritas por afamados burgueses como Marx, para una vez pisado el Palacio Presidencial, “execrar” del mismo todo vestigio de “socialismo” y repartirlo equitativamente entre todo el pueblo que gobiernan.

Demostrado está en la historia que, los modelos de gobierno que implantan los “socialistas” solo traen ruinas y desgracias a sus pueblos. Rusia, la China de Mao, Cuba, Corea, entre otros, son vivos ejemplos de atraso, de pueblos famélicos y sacrificados en aras de unas revoluciones que llegan al poder para quedarse, porque las mieles del mismo parecen no amargar en ninguna boca, menos en la del camarada.

Para el comunista sus activistas son siempre perseguidos, más una vez en el poder aquellos que se decían perseguidos y reclamaban justicia y derechos, se convierten en los más férreos y vengativos persecutores de todo aquello que trate de llevar un punto de luz al oscurantismo que representan.

Vivimos momentos muy duros en nuestro país, caímos en esa trampa utópica del color rojo en el Palacio Presidencial y como históricamente ha sucedido con todos los pueblos que se han permitido dejar que el “comunismo” los llegara a gobernar, tenemos 20 años pagando las consecuencias de nuestra ligereza política como pueblo.

Estamos pasando hambre, viviendo en un país cotizado, hiperinflacionario, con un gobierno al que se le está agudizando la crisis económica, política y social, que no da ninguna señal de rectificar en beneficio del ciudadano y del país y que repite de manera sostenida y continuada los mismos “errores” desde hace 20 años, para seguir viviendo de revoluciones.

 

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