domingo, enero 19, 2025
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Vivir en Venezuela es de valientes

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El desconcierto resulta tan abrumante, que el venezolano no sabe si velar empecinado por su puesto de trabajo, o descuidar sus resultados laborales, pues igual el sueldo no da para comer dignamente

Hasta el sol parece cambiar de órbitas. Desde hace unos años las calles parecen grandes velatorios, donde el tiempo blandengue se retuerce, detenido en un retroceso obligado. Todo se fue a la quiebra. Los locales comerciales desfallecen, los insumos elevados y escasos, y sólo nos queda defendernos de una economía alocada en su desboque, con unas carteras polvorientas y vacías.

Venezuela es un país tortuoso. Somos una nación regida por unos taimados, con complejos viejos, que su supervivencia sólo es posible blandiendo el poder, pues serían acorralados en sus futuras jaulas al conocerse los pormenores de sus desmanes despiadados. 

Se habla de una diáspora intolerable, con una emigración virulenta de los albañiles profesionales del futuro, sucumbiendo así las posibilidades de la recuperación nacional.  El desconcierto resulta tan abrumante, que el venezolano no sabe si velar empecinado por su puesto de trabajo, o descuidar sus resultados laborales, pues igual el sueldo no da para comer dignamente. Todo es parte de este sistema desconcertante. 

Las noticias que llegan ya ni asombran. El hijo del Presidente ha sido designado como director de la Dirección General de Delegaciones e Instrucciones Presidenciales, siendo un organismo tan ilógico, intrincado e inconcebible, como el contratar a alguien para que ensucie las alfombras del palacio. La corrupción es el gran amuleto de quienes ostentan las riendas de un país destruido con premeditación y hasta obligan a los partidos políticos a renovarse con firmas, ante un organismo electoral regido sin recato por los personeros del comunismo asestado en esta gran tierra.

¿Vale la pena seguir en Venezuela? Tal vez Bolívar se realizó la misma inquisición, en un soliloquio desventurado y desmoralizante, frente al inflexible dominio español. Nos hallamos en un punto crucial de decisiones inquebrantables. La comunidad internacional comienza a desperezarse de su desinterés y ya reconoce con evidentes pruebas, cómo esta población se revuelve entre las alteraciones de una dictadura perversa y cruel.

A veces me llegan las sensaciones errantes y enteras, que tanta desvergüenza despilfarrada se detendrá abruptamente. Tal vez se piense que las rosas sólo se marchitan y no puedan antes quebrarse sus espinas, para disfrutar un poco más la belleza de la flor y evitar la agonía repentina de los pétalos. El rocío de la fe y la entereza de la determinación podrán rescatar tarde o temprano nuestro hermoso vergel.

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