Quien
Participar o no en el proceso electoral del 15-O es un tema complejo sobre el que miles se debaten, e intentar “despacharlo” recurriendo a lugares comunes es en el mejor de los casos ignorar la complejidad del momento actual, o simplemente irrespeto a una proporción importante de la población. Quien se debate sobre si ir a votar o no, es tan demócrata como aquel que decidió acudir al llamado electoral, incluso lo es más que aquellos que votan respondiendo a intereses puramente personales (incluyendo monetarios) o sucumbiendo ante la coacción.
Votar es un aspecto fundamental de toda lucha política, sin embargo para pasar de un acto de desobediencia civil como el del 16 de julio a un evento electoral apenas tres meses después, en unas circunstancias poco distintas, se requiere de un tipo de autoridad que va más allá de la acostumbrada imposición o chantaje. Se requiere de cierta autoridad que pudiera calificarse como moral, en la que los argumentos y los actos de quien sostiene una posición sean las razones para actuar de quienes lo escuchan (en este caso ir a votar) y no la fuerza, propia de cualquier ideología o autoritarismo.
Hoy los partidos políticos de la MUD piden, con todo derecho, que se vote por sus candidatos. Lo mismo ocurre desde el lado del oficialismo. En ambos casos medianamente reconocen que ha habido errores, pero hasta ahí llegan y luego pasan a la imposición (a través de la coacción o el chantaje). Sin darse cuenta (o quizás sí) intentan imponer una posición por una vía que no se sostiene en la autoridad como referencia positiva, en esta línea no se busca convencer sino asustar (“si no votas por nosotros pasará…”).
Para lograr revertir lo anterior, es poco probable que los mismos dirigentes y prácticas similares hagan el trabajo. Se requiere de algo más que “pedir disculpas”. Lamentablemente es poco probable que se salga de ese juego, los intereses personales y las vanidades son una barrera que convierten cualquier transición natural de liderazgos y la implementación de nuevas prácticas en una lucha de trinchera desgastante. De esta manera, quienes lideran la lucha política actual en Venezuela han optado por el terreno del agotamiento del adversario y no por el la construcción de esperanza.
Lo que ocurra el 15-O es poco probable que cambie la realidad del país en general, es muy posible que cada sector se atribuya los resultados como una victoria, que no pasa solo por lo resultados sino por el hecho de celebrarse un evento electoral. Mientras eso ocurra, se continuará entretejiendo el juego de intereses en el que distintos sectores han encontrado un modus vivendi, y en el que cada uno buscó preservar o acceder a alguna posición de poder, sin percatarse que bajo ellos también se está moviendo ese factor imponderable que terminará destrabando el juego.