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Walter Robert Wilhelm Lückert Wehner ayuda a desarrollar la industria cervecera en Zulia

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En la sede principal de la cervecería La Regional, en la avenida Los Haticos, de Maracaibo, durante 50 años fue mejor conocido como “Lucas”, aun cuando su nombre, Walter Robert Wilhelm Lückert Wehner, revelaba su origen alemán.

Estuvo entre los europeos que llegaron a Venezuela después de la Primera Guerra mundial, entre 1914-1918, huyendo de la conflictividad social desatada en Alemania cuando fue sometida a fuertes sanciones, por ser la gran derrotada durante la guerra que daño drásticamente la economía, el empleo, la producción de alimentos y los servicios, afectando la calidad de vida del pueblo germano.

Walter Robert Wilhelm Lückert Wehner llegó a Venezuela a la edad de 23 años. Quizás tuvo pocas mudas de ropa y solo su preparación profesional como químico industrial, eran su único equipaje, cuando arribó al puerto marítimo de La Guaira por donde años después, desembarcarían miles de hombres, mujeres, niños y ancianos de distintas nacionalidades en otra oleada humana que vino a esta parte del mundo, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945.

No existen registros de que a su ingreso a la que sería su nueva patria haya estado acompañada por otro familiar directo, refieren tres de sus nueve hijos vivos que procreó con la venezolana, Carmen Alicia León Gil (+).

Guillermo, Dora y Dalia son descendientes directos de éste inmigrante alemán, nacido en Zülllchow, el 4 de enero de 1904, quien hizo de la Tierra del Sol Amada su hogar definitivo durante su vida en Venezuela. Ellos cuentan la historia de vida de su papá, protagonista de esta VI entrega de Los que llegaron al Zulia y se quedaron.

El joven Walter Robert Wilhelm Lückert Wernth pisó tierra venezolana durante la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, quien gobernó el país hasta su muerte en diciembre de 1936.

En Caracas, donde seguramente la presencia de expertos conocedores del proceso para elaborar el producto cervecero industrialmente no era cosa sencilla encontrar, él no tuvo dificultad para conseguir su primer empleo en la cuna del Libertador Simón Bolívar.

En la Sultana del Ávila, Walter Robert, pondría en práctica sus conocimientos profesionales de químico industrial al servicio de la Cervecería Zulia. No obstante, sus hijos, no tienen registro del tiempo que su papá permaneció en esa empresa que luego sería cerrada, sin saberse las causas. Afirman que luego decidió venirse al estado Zulia quizá atendiendo alguna propuesta de trabajo que lo trajo a explorar la tierra de donde más nunca se iría.

En la emblemática empresa La Regional de Los Haticos que tiene 95 años de fundada entró a laborar como maestro cervecero. Allí compartió con otros alemanes que estaban establecidos muy cerca del sitio de trabajo.

Maracaibo no era para entonces una ciudad extensa ni inmensa como lo es hoy. En La Regional, nombre que identifica a “vox populli” a la casi centenaria cervecera,  Walter Robert Wilhelm Lückert Wehner, reemplazaría al primer maestro cervecero de La Regional, Francisco Budell, también de origen alemán.

Conoció a Alicia

En la casa de una familia amiga alemana, Walter Robert Wilhelm Lückert Wernth, conoció a la mujer que lo acompañaría hasta el último día de su existencia.

Carmen Alicia León Gil, andina nacida en San Lázaro, estado Trujillo, menor que él, le flecharía el corazón y se convertiría en la compañera de vida hasta su fallecimiento en 1.984. Unieron sus vidas en matrimonio el 17 de noviembre de 1941. Ella moriría después a los 70 años, aproximadamente.

Ambos consolidaron una familia honorable, llena de amor, respeto, disciplina y de valores cristianos. Ella católica ancestral y él militante de la corriente religiosa lutherana formaron un hogar caracterizado por lazos de unidad familiar.

Sus hijos mayores Roberto (+) y Guillermo tuvieron el respeto de ambos cuando decidieron consagrar sus vidas a la causa de Cristo. Monseñor Roberto Lückert León falleció el 16 de junio de 2024. Guillermo, hoy descansa en la casa materna, luego de años como misionero o fraile de la orden San Juan de Dios en Perú, España y Maracaibo.

Llegada de los hijos

La unión entre Walter y Alicia permitió el crecimiento de la familia que llegó a nueve hijos. Roberto (+) Guillermo, Walter (+), Rafael (+), Francisco (+), Ida (+), Eva (+) Dora y Dalia en ese orden vieron la luz del mundo en la capital del estado Zulia, donde, además, el esfuerzo y duro trabajo del jefe de familia, -vivía prácticamente en su trabajo-, permitió que todos, sin excepción, recibieran una educación de primera en colegios privados de la época dirigidos por religiosos.

Dos sacerdotes, tres ingenieros, –civil y agrónomos–, una administradora, otra docente y la menor, médico veterinaria, ascendieron al campo del saber y del conocimiento que Walter Robert Wilhelm Lückert Wernth y su esposa Carmen Alicia León Gil, entendieron como responsabilidad de padres. Esa meta no la cumpliría Ida, quien falleció a los seis meses de vida.

Chistoso desde pequeño

Guillermo, Dora y Dalia dicen sentirse seres privilegiados por haber tenido la bendición Divina de haber disfrutado, no sólo la compañía espiritual que significaron en sus vidas sus padres y monseñor Roberto Lückert León, sino también la fortaleza y guía de un hermano, amigo y confidente, pero sobretodo de un ser bueno, especial, excelente, bondadoso, muy humano y de un relevante carácter chistoso, juguetón y de echador de bromas.

Dicen, además, que fue una excepcional persona. Un hombre que supo conducirse y cumplir con sus responsabilidades y obligaciones sacerdotales a lo largo de su misión terrenal.

Monseñor Roberto Lückert León, pastor de la Iglesia venezolana y alto representante de la jerarquía católica, no tuvo pelos en la lengua cuando de decir las cosas en su justa dimensión no callaba ante conductas de injusticias sociales o de políticas impropias, falsas, mentirosas y mesiánicas durante gobiernos de la IV y V República.

Él sabía que le era incómodo a ciertos dirigentes políticos a quienes dedicaba en sus pastorales consejos y recomendaciones. No obstante, llegó a ser blanco de descalificaciones por sus críticas incómodas que no agradaban a ovejas que descarrilaban su camino sin importar el bien común de la mayoría de la gente. Era poseedor de un humor que sus tres hermanos no dudan en decir que era innato, nacido con él.

Existía una chispa única en él que no dudan en pensarlo que fue un don que papá Dios le regaló. Su papá no fue una persona caracterizada por tener la destreza dicharachera que a su hijo mayor le sobraba y transmitía a la grey o con quien hablara.

Dicen que Walter a pesar de décadas viviendo en Maracaibo no tenía un castellano fluido, porque en su permanencia diaria constante en la empresa Cervecería La Regional, hablaba más en su idioma de origen por la circunstancia que junto con él habían otros empleados alemanes.

Muy sincero

Guillermo, misionero de la orden de San Juan de Dios hasta su retiro por la edad, compartió con su hermano mayor la misión evangelizadora de llevar la palabra del Creador a cualquier rincón.

Asegura que “Roberto fue muy sincero tanto como sacerdote, obispo y arzobispo. Él era muy claro en sus cosas. Fue obispo y arzobispo de Coro. Allá lo quieren mucho. Le dio la vuelta a Falcón tres veces.

Una de tantas anécdotas

Sus tres hermanos afirman que en la vida de monseñor Roberto Lückert León siempre habrá de encontrarse alguna de sus tantas anécdotas de momentos que vivió cumpliendo su misión religiosa.

Era muy característico en él ante cualquier evento, bueno, regular o malo no poner mala cara, sino que de su don innato emergía siempre como un rayo una segura ocurrencia, fuese tragedia o no, pero lo seguro era que su creatividad mental terminaba por disparar un chiste que siempre tenía a flor de labios.

No olvidan que “él siempre fue copeyano, calderista” afirmando que cuando lo nombran Obispo de Coro, él mismo se encargó en su ciudad natal de llevar “las invitaciones personalmente” a sus amistades y a los jefes políticos de la época. Entre risas dicen que de eso monseñor Lückert León haría después un chiste, por el “plantón” al que lo sometieron en la sede de Copei en el Zulia, cerca de la Plaza de Las Madres.

Allí aseguran “después de esperar más de una hora” no sería recibido por el máximo líder socialcristiano del momento “por encontrarse indispuesto”. Lo mismo no le pasó cuando llegó a las sedes de URD, AD y otras organizaciones donde la consideración a su investidura religiosa, desbordaba las atenciones de respeto a su figura clerical.

-¿Monseñor era un libro abierto?.

“¿Roberto?… uff” dice haciendo un gesto su hermana Dalia, médico veterinaria. “Te hacía la partida de nacimiento desde que te conocía. Y eso era no solamente contigo, sino con quien llegara. Te preguntaba ¿Ayyy yo te conozco a vos?. ¿No sois familia de fulanito de tal?.

“El era muy sincero. Si tenía que decirte las cosas te las decía en la cara”, asegura Guillermo.

-¿Roberto te van a llevar preso?. Bueno que me lleven, recordó entre risas que siempre respondía su hermano mayor.

En fin, una historia bonita de una familia que un inmigrante llegado de muy lejos comenzó a construir con una venezolana que al paso de los años se repitió en muchos hogares del país, donde hombres y mujeres que llegaron un buen día, forjaron valores y educaron a sus hijos para engrandecer y desarrollar a esta gran nación que tiene todo el derecho de superar las dificultades para que regrese la familia que hoy, paradójicamente, son migrantes por el mundo.

Texto: José Aranguibel Carrasco

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