Existe
Desperté con los remilgos de una pesadilla perturbadora. Los sopores habían humedecido la almohada y un sinsabor a presagio se aglutinó en mi estabilidad emocional. Me senté en el descansillo de la escalera, desparramado, inquieto y con la insensatez de una alucinación atragantada, como si me hubiese atacado un salteador de caminos. Había soñado con la investidura de Diosdado Cabello como Presidente de la República.
Recuerdo en ese espejismo de la inconciencia, cómo atronaba con su irritable sonrisa las proclamas más controversiales. A voz en cuello decretó la preferencia de una sola marca de zapatos, aunque la mayoría empezaba a andar descalzo por la carencia para adquirir unos botines inalcanzables. Otro decreto fue el de modificar el color verde oliva de los uniformes castrenses por un rojo fulgurante, no por blandir una convicción socialista que ni él mismo se cree, sino por un caprichito filosófico de un “me da la gana”.
En esa imaginación soñolienta visualicé su plan económico pormenorizado, donde en un tablón de monopolio, él y sólo él, tenía la potestad de adquirir todas las empresas nacionales y expropió hasta las avenidas y circunvalaciones.
Se decretaría el Día Nacional del Odio al Prójimo. Se quitaría el séptimo mandamiento de no robar, colocando el inciso de “con tal y no te vean”. El diálogo estaría prohibido hasta en las plazas.
El referendo revocatorio ya no sería para quitar del mandato al Presidente, sino para derogar a la población, pues “todo radica en el pueblo”.
Enarbolaría el Plan Radical de la Nación. Entre los emponzoñados lineamientos estaría el rendirle pleitesía al Presidente por ser un Dios-Dado a su pueblo. Se autonombraría presidente vitalicio de la AN. Quien haga las tres comidas estaría infringiendo las normas y sería señalado de imperialistas, pues nadie les manda a tener hambre.
Cuando estaba instaurando el Día de la Mentada de Mamá, sustituyendo al de las Madres, desperté en un revoltijo de sensaciones, espantado por las premoniciones y con el pensamiento indescifrable. Me asomé para leer las redes sociales y apaciguar los estropicios de la pesadilla. Leí atónito cómo un gobernador oficialista soltó la posibilidad de que el de “Con el mazo dando” pudiera ser Vicepresidente de esta nación compungida, pese a tener apenas un dos por ciento de aceptación en la población.
Calmé mis angustias con una idea fija y esperanzadora: existe un Dios en el cielo que sentencia sus veredictos y tiene el nuestro en la flecha de la justicia; mientras tenemos aquí en la tierra a Diosdado y su comitiva roja, pero en la flecha de salida.