Zuliano sobreviviente en Orlando: “Vivimos una película de terror”

Manuel Rodru00edguez fue uno de los sobrevivientes de la matanza en Orlando. (Foto: Cortesu00eda)u00a0

Manuel Rodríguez, de 26 años, relata a La Verdad su experiencia dentro de la discoteca Pulse. El oriundo de la Costa Oriental del Lago estaba en el club nocturno la noche del atentado que dejó 49 muertos y más de 53 heridos

 

Eran aproximadamente las 11.00 de la noche del pasado sábado 11 de junio cuando Manuel Rodríguez, junto con dos amigos, llegó a la discoteca Pulse, en Orlado. Lo que tenía previsto ser una noche de baile y diversión latina se convirtió, según el testimonio del propio zuliano, en una “verdadera película de terror”. 

Nacido en Ciudad Ojeda pero criado en Acarigua, estado Portuguesa, el joven de 26 años relató a La Verdad su experiencia dentro del recinto donde se desarrolló la peor matanza por tiroteos registrada en la historia de Estados Unidos. “Ese día no tenía pensado salir, estaba cansado pero la insistencia de mis amigos fue más fuerte. Llegamos a Pulse casi a las 11.00, la entrada costaba 10 dólares y había un evento especial dedicado a los latinos. Cuando era la 1.50 de la madrugada le dije a mis amigos que quería irme, ellos me contestaron que esperáramos un poco, al menos hasta las 2.00. Accedí pero les propuse que nos mudáramos a la otra sala pues me gustaba más la música que estaba sonando allá. En el trayecto, comencé a escuchar los disparos, nunca había escuchado tantos. Inmediatamente supe que algo pasaba, agarré a mi amigo por un brazo y le dije: ¡Corre!”. 

“Lo único que hacía era rezar y llorar”

La angustia y la zozobra aún lo acompaña y se notó en su voz durante una conversación telefónica con este rotativo. Aunque ya pasaron cuatro días de la fatídica noche, aseguró que los recuerdos, llenos de imágenes y voces en su cabeza, lo atacan cada noche. “Cuando corríamos nos encontramos una puerta, entramos, mis amigos junto a otras personas más le colocamos una silla para evitar que alguien pudiera entrar. Éramos ocho personas en total. Apagamos las luces e hicimos silencio. Los gritos, los pasos de la gente corriendo, incluso algunos tocaron pidiendo que abriéramos, era lo único que escuchábamos. En ese cuartico, que fungía como camerino para los artistas que presentan sus shows en el club nocturno, tenía un baño pequeño, yo me senté en el WC, lo único que hacía era rezar y llorar. En ese momento pensé: ‘Me fui de Venezuela huyendo de la inseguridad, de la violencia y estoy a punto de morir por eso’. Recordé a mi familia y a la gente que amo”. 

Manuel, quiene visitaba por segunda vez el club nocturno gay, nunca vio al atacante Omar Mateen, pero aseguró escuchar la voz de un hombre, “no puedo precisar que se trataba de él pero sí recuerdo a alguien que hablaba”. Rodeado de mucha incertidumbre y desconocimiento de la situación, intentó comunicarse con las personas que lo acompañaban pero su limitado inglés le impedía hacerlo. “Le hacía señas a una de las muchachas que estaba con el teléfono en la mano llamando al 911, pero ella no podía entenderme. Le preguntaba: ¿Qué pasa? No entiendo, ¿por qué están disparando? ella solo hacia movimientos indicando negativa. Tomé mi celular y con la ayuda del traductor le escribía. Me decía: Ellos (la Policía) quieren que nos quedemos aquí, en silencio hasta que vengan a rescatarnos. Fue lo que hice, quedarme inmóvil por un largo rato mientras la ráfaga de tiros no cesaba. Fueron como 40 minutos continuos de puros disparos, se detenía por segundos para recargar y continuaba”

“Nos tocó salir por el aire acondicionado”

Al menos tres horas pasaron encerrados en el pequeño camerino, aferrados a la posibilidad de ser rescatados por las autoridades. “A través del 911 nos daban las indicaciones. Finalmente nos dijeron que ya estaban en el lugar y que tratarían de ubicar la pared que daba al cuarto donde estábamos. Los agentes golpearían la pared y nosotros debíamos responderle de igual manera para hacerles saber que era ahí donde estábamos. Nos preguntaron si había otra salida aparte de la puerta pero solo estaba una ventana tapada con un espejo y el aire acondicionado, sin duda esta última era la solución. Los policías nos dijeron que empujarían el artefacto para que nosotros los atajáramos y poder salir por el ducto pero cuando lo hicieron se nos cayó e hizo un ruido tremendo, en ese momento pensamos que el tipo nos escucharía y vendría por nosotros. Comenzamos a salir, uno por uno, una vez afuera salimos en fila hasta el refugio donde estaban atendiendo a los heridos y sobrevivientes”. 

Manuel fue atendido. No sufrió heridas y quienes estuvieron con él, durante la terrorífica noche, tampoco. A primeras horas del domingo tuvieron que rendir declaraciones y ya más calmado pudo comunicarse con sus familiares. “Cuando todo pasó y estuve más tranquilo pude llamar a mi prima para que fuera por mí. El carro tuvimos que dejarlo en el local y no tenía cómo regresar a casa. Aproveché de llamar a mi familia, en Venezuela, quienes afortunadamente no se habían enterado de lo ocurrido. Cuando vieron mi entrevista en Univisión, un día después, fue que se enteraron. No les conté para no preocuparlos”. 

El joven tiene dos meses en Estados Unidos y no sabe si regresará a Venezuela, de donde emigró por la inseguridad, o seguirá en Orlando, donde pudo estar en la lista de los 49 asesinados en el club nocturno, un episodio que marcó -dijo- un antes y un después en su vida.

 

“En ese momento pensé: ‘Me fui de Venezuela huyendo de la inseguridad, de la violencia y estoy a punto de morir por eso'”. Manuel Rodríguez. Zuliano en Orlando

 

No era gay

EFE. Mir Seddique Mateen, padre del autor de la matanza de Orlando, afirmó que conocía a su hijo y no cree que fuera homosexual y también subrayó que no le perdona el daño que hizo en la discoteca Pulse de Orlando. El canal Univision, que emite en español para el público hispano de EEUU, estuvo en la casa del padre de Omar Seddique Mateen, quien recibió a los periodistas que hacían guardia desde hacía horas frente a su vivienda, situada en Port St. Lucie, 200 kilómetros al sur de Orlando. Antes de hacerles entrar en la casa, los periodistas vieron salir del garaje un automóvil en cuyo interior había, además del conductor, una persona que se tapaba la cara con una prenda de ropa.  

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