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“Derechos y ordenados, uno detrás del otro”, gritaba un funcionario a los 40 jóvenes formados a las afueras del Coliseo Pedro Gamarro -La Cotorrera-, en El Milagro. Eran las 8.00 de la mañana. El sol empezaba a calentar y el instructor le exigía a los aspirantes a la Policía regional que se apresuraran.
En el recorrido visual al grupo, el instructor se tropezó con la silueta de la rubia. La joven de unos 20 años, lucía un jean estrecho, botines altos y unos lentes de sol a tono con su rostro. “¿Viniste a modelar?”, le preguntó el oficial y de manera rotunda le exigió: “Salte del grupo”. No hubo titubeo, la esbelta joven desapareció de la fila.
“Caminando rápido, derecho y con la mirada hacia el frente”, les exigía el policía. El recorrido parecía largo y los muchachos aceleraban el paso, casi tropezándose entre ellos.
A quienes se cubrían del sol, con la carpeta marrón que llevaban en sus manos, les gritaban: “Ustedes como que no sirven para esto, se hubieran quedado en su casa”.
Ninguno se rendiría. Protestaban con sus gestos contra los regaños del funcionario, pero continuaban la caminata. Al menos 100, del primer grupo de 500 aspirantes, llegaron desde 4.00 de la mañana al coliseo. Querían asegurar un cupo.
Los condujeron hasta las gradas del estadio de béisbol del complejo. Los unieron a otros 120 muchachos. “Ordenados y rectos”, advirtió nuevamente el instructor antes de aclararles qué requisitos debían presentar: “En una carpeta marrón deben tener: fotocopia de la cédula, fotocopia del título de bachiller, resumen curricular”.
Quienes aspiren ingresar al Cuerpo de Policía Bolivariana del Estado Zulia (CPBEZ) deben tener edades entre 18 y 24 años y los que tienen 25 “obligatoriamente debían ser licenciados”.
A quienes levantaron la mano por alguna duda los insultaron. “Animal, bruto”. A quien no tenía todo lo exigido, le dijeron: “¿Qué haces aquí entonces?”. Resolver fue el siguiente paso, en un cuarto de hora debían buscar lo que les faltaba.
Los aspirantes aprovecharon la ausencia del instructor para quejarse en voz baja del maltrato y compartir las razones para querer ingresar al CPBEZ. “Quiero ser un ejemplo de autoridad en Maracaibo. Muy pocos funcionarios lo tienen, son unos locos”, comentó un aspirante.
A Marcos, otro interesado, se mostraba seguro. Cumplía con los requisitos, contaba con estatura, el peso y no se le veían tatuajes. Al sentirse en confianza se acercó y dijo: “Dame tu número. Yo tengo un tío, ese nos mete de una”.
Un tercio de los interesados coincidió que querían trabajo. Los licenciados y los TSU descubrieron una oportunidad para encontrarlo. En la calle no hay oportunidad. No hay empleo.
A las 9.10 de la mañana los levantaron de las gradas del estadio de béisbol. “En fila, rectos y mirando al frente”, repetía el instructor hasta aturdir a los muchachos.
Caminaron hasta la entrada del coliseo, cruzaron a mano derecha, luego a la izquierda hasta toparse de frente con las escaleras. Los pegaron a pared y los subieron a las gradas del estadio de boxeo. En la cima se encontraron con otros 400 aspirantes. En su mayoría buscaban una oportunidad de trabajo y un sueldo seguro.
De 12 en 12 los midieron, los pesaron y los revisaron. A quienes cumplían con los requisitos les entregaban un tique que garantizaba la entrevista con el psicólogo al día siguiente.
Los que aprueban la entrevista los enviaban al UNES para presentar la prueba psicotécnica y luego los exámenes médicos. El proceso termina con la prueba física. Presuntamente los seleccionados comenzarían clases en abril. En los seis meses de entrenamiento y los tres meses de pasantías gozarán de 15 mil bolívares de sueldo.
A la 1.00 de la tarde se retiró La Verdad del coliseo. En la salida coincidió con una aspirante. Lloraba. Las lágrimas rodaban por su mejillas, mientras desesperada marcaba un número en su teléfono: “Me dijeron que estaba gorda y me sacaron. Llámalo, llámalo. Que me meta. Yo quiero ser policía”.