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Por incesantes apagones y la paralización de los servicios públicos, zulianos huyen sin vuelta atrás
Zulianos huyen sin vuelta atrás. Agotados de las precariedades que viven en la entidad, se mudan a Caracas sin expectativas de volver. Conocidos por el fuerte arraigo a su tierra y tradiciones, los incesantes apagones y la paralización de los servicios público les han cambiado su mentalidad y en la capital encuentran otra realidad en un mismo país.
Vanessa Andrade llegó a Caracas a principios de febrero, cuando escapó de los cortes eléctricos, que están presentes en el estado occidental desde 2018, antes de los mega apagones de este año, cuando empeoró la crisis eléctrica. La situación de precariedad que encareció todos los productos y servicios, la obligó a partir.
“Caracas es una ciudad mucho más barata y más fácil para vivir. Allá, en Maracaibo, tenía que constantemente ahorrar para poder vivir”, comentó.
Aunque vivió los cortes eléctricos de marzo que apagaron a Caracas, aseguró que no se compara con los apagones zulianos. La fallas eléctricas se resolvieron a medias en la capital en un mes, mientras en las regiones se mantienen. Regresar a Maracaibo no es una opción para Andrade.
“No pienso volver ni en chiste. Espero estar por lo menos un año en Caracas. Si no, me voy del país”.
Lo que más le facilita a Andrade su rutina en la capital es el transporte. A pesar de que Caracas ha sufrido en los últimos años una importante disminución de la flota de autobuses y que el sistema de trenes ha mermado su servicio, es mucho más fácil trasladarse en Caracas que en el interior del país.
Desde su residencia en Los Simbolos hasta su trabajo en El Recreo, invierte una media hora de su día, a diferencia de la capital zuliana donde debía esperar por horas algún autobus, pues pasaban repletos.
“El transporte sirve, el Metro llega a todos los lados. En comparación, es mucho más fácil trasladarme aquí. Allá, para poder llegar a tiempo tienes que usar taxi todos los días y ahí se te va el sueldo”, dijo.
Los productos y servicios en Maracaibo se paga en dólares y pesos colombianos, por la cercanía fronteriza con La Guajira colombiana. Los alimentos triplican sus precios cuando se pagan en bolívares.
“Conseguir comida allá en los últimos meses se volvió sumamente difícil. No importa tener dinero o no, porque no se consigue y tampoco se puede hacer una compra decente”.
En la capital zuliana también los puestos de trabajo han resultado afectados, porque no todos los empelados pueden llegar a sus puestos y muchos trabajos les afecta la constante falta de electricidad.
Desde que se mudó, hace cuatro meses, no ha vuelto a visitar la tierra zuliana. En principio por no querer volver a padecer de las precariedades que representa. Y también, aunque lo deseara, viajar a Zulia representa una tarea titánica, con la escasez de combustible.
Andrade se mantiene en comunicación con su familia en Maracaibo. Sus parientes han debido reunirse todos en una sola casa para aprovechar los servicios con los que no cuentan en la mayoría de sus hogares y ayudarse entre ellos.
“Les toca vivir una situación super difícil. Buscan resolver de alguna u otra manera. La mayoría de los que quedan allá son mis tías mayores, los familiares jóvenes se han ido del país”.
“Los que vivimos en Caracas también somos emigrantes”
La migración a Caracas ha incrementado recientemente por el empobrecimiento de la calidad de vida del zuliano. Sin embargo, no es una práctica nueva. Carmen Méndez se mudó a la capital a finales de 2017, cuando escapaba de una serie de problema que no se comparan con los que actualmente padecen en la capital marabina.
“Mi preocupación son mis familiares que quedaron allá. Es como si los que viviéramos en Caracas también fuéramos emigrantes. Tenemos los familiares lejos y no sabemos cómo ayudarlos”, dijo Méndez.
Llegó sola a Caracas, cuando en ese momento el trabajo en Maracaibo era escaso, las colas de alimentos eran su rutina diaria y la falta de transporte público le imposibilitaba trasladarse. No se imaginaba la crisis que se aproximaba. Y ella tampoco planea volver.
“Preferiría cruzar de una vez la frontera a Colombia. No podría vivir en Maracaibo de nuevo”.
Vivir en Caracas en 2019 es como habitar en una burbuja que se desentiende de la realidad. Por ello, Méndez en ocasiones debe mentirles a sus familiares para solidarizase de su situación, cuando ellos les relatan las más de 18 hora sin luz, los días que duran para llenar un tanque de gasolina o cuando ni siquiera pueden cocinar por falta de gas.
“Tengo solidaridad con ellos diciendo alguna mentira, que también tengo racionamiento eléctrico o me falta el agua. Yo tengo calidad de vida aquí, pero mi familia no”.
Entre los planes de Méndez está alquilar un lugar más grande del que ocupa ahora para poder traerse a algunos de sus parientes a vivir con ella.
“Voy a comenzar en un segundo trabajo, para ver si puedo si pueden venir algunos durante un tiempo al menos”, dijo.
Jamás había venido a Caracas hasta entonces. Aunque empezó viviendo en Los Teques, en Miranda, de donde huyó por las temperaturas medianamente bajas y la lejanía para trasladarse, ha conocido la capital a través del Metro.