Nueve
Una hora caminó Ana en medio de una zona boscosa, junto a un amigo. “Tenía miedo hasta del aire que respiraba”. Al primer vehículo que vieron pasar, le pidieron ayuda. No sabía dónde estaban. Tres horas antes, iban en la camioneta Grand Blazer, negra, unos delincuentes los sometieron y los robaron.
La pareja salió a las 3.00 de la tarde de su casa. Iría de La Villa del Rosario hacia Maracaibo. En el kilómetro 48, al pasar los reductores de velocidad, otra camioneta los interceptó. Diez hombres con armas de distintos calibres los sometieron. Los bajaron a la fuerza, los colocaron contra el cerco de púas a un lado de la carretera, para revisarlos, luego los cambiaron de vehículo. “Nos decían que no miráramos o sería peor”.
Cinco delincuentes iban con ellos. El cabecilla del grupo iba al volante, el mediador de copiloto, dos en el asiento trasero, armados. El quinto los apuntaba desde atrás. “Los que nos apuntaban no tendrían ni 18 años”. En el trayecto, Ana no subía la mirada, pero escuchaba todo. Sabía que alguien, al otro lado del teléfono preguntaba las características de la camioneta. “Los escuchaba decir que pedirían rescate”. Ella sabía que querían el auto, pero la incertidumbre de saber qué pasaría con ellos, le daba pánico.
Luego de “las horas más largas” de su vida. Le pedía ayuda a un extraño en La Paz, municipio Jesús Enrique Lossada. “No les quitaron la ropa”, recordó Ana que les dijo el vecino. Sorprendida y asustada solo quería volver a su casa. Seguía viva y eso era lo importante.
Peligrosidad
La historia no acaba con Ana. Desde hace año y medio, nueve bandas dominan los 182 kilómetros de la Troncal 6, mejor conocida como la Machiques-Colón. La carretera, que se extiende por Maracaibo, San Francisco, La Cañada de Urdaneta, Jesús Enrique Lossada, Rosario de Perijá y Machiques, se la dividieron las mafias. La cercanía con haciendas, mataderos y zonas rurales obliga a conductores de camionetas y camioneros a atravesarla. Entre 15 y 30 son abordados a diario por la inseguridad.
Las víctimas aseguran que los delincuentes aprovechan que deben bajar la velocidad con los reductores y los interceptan. “Los residentes están acostumbrados a verlos pidiendo ayuda”.
En camionetas 4Runner, Explorer, Expedition llegan los delincuentes. En algunos casos visten con uniformes de algún organismo policial. Usan fusiles, pistolas, revólveres de distintos calibres. “Hasta más de un arma cargan encima”.
Entre cinco y 10 hombres someten a los conductores y a sus pasajeros. Bajan al conductor y sus acompañantes, los acomodan en la parte trasera de su propio vehículo y se distribuyen entre los dos carros. “Van custodiando su mercancía”. Al acercarse a zonas que limiten con la frontera colombiana los abandonan en lugares boscosos.
Las horas que usan los delincuentes son durante la mañana y de 5.00 de la tarde a 8.00 de la noche. “Aprovechan que las personas van o regresan del trabajo”. Se identifican como aliados de las bandas del “Chico Matica”, el “Chocolate”, Los Mansantos, “Mequeka”, el “Cecita”, el “Chicho Báquiro”, el “Chicho Mata Caballo”, el “Bulldog” y el “Chacarúo”.
Rescate Millonario
“Siete millones era lo que querían”. Rosa venía a Maracaibo en su Tahoe, beige. En el distribuidor La Chinita, a las 6.30 de la mañana, otra camioneta le impidió el paso. Cuatro hombres vestidos como funcionarios, la obligaron a abrir sus puertas. Uno la paso para el asiento de atrás “a punta de cañón”.
A la mujer la dejaron en una calle ciega del sector Los Dulces, en San Francisco. Nadie quería auxiliarla, un hombre en motocicleta se ofreció a dejarla en una alcabala. Al estar a salvo, hizo la denuncia. Luego iniciaron las llamadas. Un policía activo la había “pichado”. Días antes, el mismo oficial había realizado las experticias de su vehículo.
“El hombre me llamó para ofrecerme ayuda y no es amigo de la familia, ahí me di cuenta”. El cobrador se comunicó con ella el mismo día. “Yo solo estoy pidiendo cinco millones 500, si el oficial te dijo más, te quiere robar dos veces”, recordó la mujer, mientras el pánico que vivió esos días volvía a su cuerpo.
Al no disponer de la cantidad de dinero que le solicitaban, Rosa confió en el Grupo Antiextorsión y Secuestro de la Guardia Nacional (Gaes) y en un rescate controlado recuperó su auto. Sus víctimarios, quedaron detenidos. El oficial involucrado se encuentra en investigaciones. Nunca lo destituyeron.
Oídos sordos
Los vecinos, los ganaderos y los camioneros han solicitado la ayuda de distintos organismos. Incluso ,crearon una cooperativa llamada Fuerzas vivas. Compuesta por los ganaderos, comerciantes hasta estudiantes de La Villa del Rosario y otros sectores. Le exigen al gobernador Francisco Arias Cárdenas que quite los reductores de velocidad. O se coloquen alcabalas. La cooperativa ha contribuido para equipar los puntos de control, pero los desinstalan, alegando que los guardias son cómplices.
El hampa se expande
Usuarios y choferes de las distintas rutas que van hacia Machiques, sienten miedo. Ladrones, que describen como jóvenes, toman el autobús, se hacen pasar por pasajeros y en algún momento de la ruta, cantan la voz de quieto. Despojan de dinero, celulares y objetos de valor a todos los que van en la unidad. Al menos tres autobuses al día, sufren las consecuencias de los ladrones. “Queremos más seguridad, por que de esto vivimos”, comentó uno de los choferes en el Terminal de Pasajeros. Alegan que no les molesta esperar en una alcabala si es para revisarlos. “Mientras se preocupen los oficiales también, nosotros cooperamos”, sentenció.