Bolívar visto por sus contemporáneos

Bolívar gana en grandeza humana cuando somos capaces de conocer y contrastar tanto sus triunfos como fracasos, así como las virtudes y debilidades en su carácter

Simón Bolívar (1783-1830), el Padre de la Patria, nuestro icono nacional, tuvo una vida intensa y agitada caracterizada por las contradicciones de sus actos que la mayoría de los venezolanos desconocen. El Bolívar de la historia es muy diferente al Bolívar de las estatuas que el culto bolivariano ha contribuido a deformar. Bolívar gana en grandeza humana cuando somos capaces de conocer y contrastar tanto sus triunfos como fracasos, así como las virtudes y debilidades en su carácter.

Existe una obra casi desconocida: Bolívar visto por sus Contemporáneos del ya fallecido profesor argentino José Luis Busaniche (1892-1959) (Tierra Firme-Fondo de Cultura Económica, 1981). Que tiene la virtud de retratar las muchas fotografías en forma de testimonios escritos que le hicieron a Bolívar quienes le conocieron en vida. 

En la selección que Busaniche ofrece destaca la presencia de nombres y autores extranjeros, desconocidos para la mayoría, de procedencia británica, francesa y estadounidense como son los casos de: Jules Mancini, General Ducoudray-Holstein, Coronel Hippisley, G. Guenin, J. Nouaillac, Coronel J.P. Hamilton, George Laval Chesterton, Samuel Haigh, Gabriel Lafond, Robert Proctor, James Thomson, Francisco Burdett O¨Connor, Guillermo Miller, Alfonso Moyer, Capitán Malling, José Andrews, Cónsul Ricketts, Buchet-Martigny, Contraalmirante Rosamel, Francois Desiré Roulin, Lallement M., el médico A. P. Reverend entre otros, lo cuál evidencia la importante presencia de oficiales, comerciantes, diplomáticos y soldados extranjeros al lado de las fuerzas republicanas durante la Guerra de la Independencia (1810-1824). 

Luego del triunfo de Ayacucho en 1824, Bolívar fue considerado en vida el otro Washington del continente americano, pero ese logro supremo no le bastó para impedir la anarquía y la desunión entre los hombres de los territorios recién liberados. Perdió la confianza en los suyos y sintió el abandono y la traición, la cuál se consumó con el atentado de septiembre del año 28 en Bogotá y la indiferencia y el rechazo de Páez y los venezolanos en acogerlo. Su correspondencia privada en los últimos años de su existencia lo presentan bajo la estela del desconsuelo y la amargura; rumiando entre sus más allegados una incomoda conciencia y sentimiento de fracaso.

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