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Desde su convocatoria lo venimos advirtiendo: la pretendida Asamblea Nacional Constituyente no se iba a consumar; lo que el régimen constituyó fue una Asamblea de Gobierno, o más bien una asamblea dictatorial, al pretender estar por encima de la Constitución, dándole valor de ley a las ocurrencias de 547 asambleístas embriagados de poder autoconcedido.
No hay que ser jurista para enterarse de las violaciones a la Carta Magna y todos los preceptos democráticos, su existencia es tan oscura que ni siquiera el máximo órgano comicial ha publicado los resultados finales, tampoco el de las regionales, sencillamente, esos resultados no aguantan la lupa de la legitimidad. Los presuntos procesos electorales desde este año en adelante solo sirven y servirán para continuar demostrándole al mundo la agónica muerte de la democracia venezolana, y la instauración de otro régimen cubano en la región.
Muchos “profetas del final” llevan años señalando la muerte del régimen; en lo particular, hemos tratado de ser lo más parcos posible, sin lugar a dudas, opinamos que el final del régimen está muy cerca, 18 años de despotismo nepótico no se van de la noche a la mañana, fue un proceso que comenzó con la asunción de Maduro al poder, y que en los últimos tiempos está acelerada, porque los errores en materia económica están pasando sus cada vez más pesadas facturas.
El Gobierno prende velas a China, Rusia y demás furtivos aliados; probablemente en Venezuela la noticia corra poco, pero a nivel internacional la debacle económica del chavismo es primera página en todos los medios. Los retardos al honrar compromisos financieros, la paulatina destrucción de PDVSA a consecuencia de la corrupción más “agallúa” conocida en la modernidad, la opacidad en los convenios que comprometen bienes y recursos de nuestra nación, entre otros, han puesto en jaque mate a los “hijos de Chávez”. Todo ello sin mencionar las acusaciones internacionales por presunta corrupción, narcotráfico, vínculos terroristas y violaciones de derechos humanos que recaen sobre los artífices del “socialismo del siglo XXI”.
No hay que ir tan lejos, el venezolano en su país hace maromas para comer, y para adquirir medicinas. Al fracasar el intento de la ANC, cuya principal misión era sustituir al inconstitucionalmente inhabilitado Parlamento nacional con miras a continuar financiando internacionalmente la “revolución” con recursos administrados al margen de toda planificación, controles y auditorías, la ANC quedó solo para solapar las funciones supraconstitucionales, que ya se había autoconferido el régimen a través del secuestro ilegal e ilegítimo de las instituciones que deberían ser del Estado.
La hiperinflación, la escasez, la creciente inseguridad, el cada vez más aprisa colapso de todo el espectro público, aunado al consecuente caos del sector privado, vejado, abandonado, destruido por la toxicidad ideológica de un régimen cavernario, dan cuenta que estamos viviendo el final del chavismo, lo que a futuro debe ser conocido en nuestra historia como el “oscurantismo venezolano