Asistimos a la destrucción de Venezuela

Los venezolanos se encuentran al borde de la locura colectiva ante todas las carencias y penurias que tienen que soportar desde que sale el sol hasta que se esconde, y más allá

Si los personeros de las instituciones fundamentales del Estado venezolano siguen colocando esos organismos al servicio de un proyecto ideológico absolutamente inviable, que ha devenido en la destrucción sistemática de todas las estructuras fundamentales del país, en lugar de trabajar como lo ordena la Constitución en función de los grandes intereses de la nación, Venezuela explotará.

La situación es verdaderamente insoportable. Los venezolanos se encuentran al borde de la locura colectiva ante todas las carencias y penurias que tienen que soportar desde que sale el sol hasta que se esconde, y más allá.

Por primera vez en este país bendecido por la naturaleza con todo tipo de recursos del subsuelo y que recibió en los últimos 10 años la bicoca de 999 mil millones de dólares por la venta de su petróleo a elevados precios, la gente observa cómo el fantasma del hambre entra todos los días por los hogares de quienes ganan menos, que son la mayoría del pueblo venezolano que devenga salarios mínimos, ya sea en las empresas privadas o en las instituciones públicas.

El desabastecimiento por un lado, producto de las desastrosas medidas económicas signadas por la ideología comunista que terminaron con la producción agropecuaria y manufacturera del país, aunado a la carestía de la vida gracias a la devaluación sistemática de la moneda puesta en práctica por el propio régimen, pero que no lo reconoce y la atribuye a una presunta guerra económica en la que nadie cree, pero se empeñan en publicitarla, cargan de cabeza a más de las tres cuartas partes del país.

Según organismos especializados en estudio de la situación económica del venezolano, como el Cendas, la canasta alimentaria se aproxima a los 400 mil bolívares, sin colocar allí los gastos por el resto de los conceptos en un hogar como son pago de servicios públicos, transporte, educación, recreación y otros. Mientras tanto, el salario mínimo es de 22 mil 500 bolívares a partir del presente mes de septiembre, y un cestatique que aumentó a 42 mil bolívares.

Recientemente los medios de comunicación reseñaron un nuevo caso de  la muerte de un niño por falta de alimentos, y para variar, sus padres no tenían ni cómo enterrarlo porque en Venezuela, morirse es una doble tragedia para los familiares del difunto: la de haber perdido a su familiar y la imposibilidad de poderle dar cristiana sepultura por los elevados costos que también han alcanzado los  servicios funerarios. Adquirir una tumba, cuesta una fortuna. Ya no quedan nichos en los cementerios. Venezuela no aguanta más.  Es una olla de presión y el pito está sonando.

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