Cuando
Cuando a ti te toque llorar con tu hijo entre los brazos, en la espera de una posible cura del mal que le aqueja. Cuando a ti te toque trasnocharte y volverte a trasnochar repetidas veces por el sufrimiento de tu hijo. Cuando a ti te toque con un menguado salario hacer “un pote” para comprar medicamentos para tu sangre que llora y espera solo en ti.
Cuando a ti te toque correr de un lado a otro con tu hijo a cuestas. Cuando a ti te toque ver vomitar y sangrar a tu hijo sin poder hacer nada más que llorar. Cuando a ti te toque escuchar de tu hijo la ayuda suplicante que parte el corazón.
Cuando a ti te toque abrazar por horas entumecido el torso de tu hijo para que preserve su vida. Cuando a ti te toque hacer todo tipo de trabajos y oficios para sufragar los gastos de la destructiva enfermedad del ser que más amas y aún así nada te alcanza. Cuando a ti te toque sentir la escalofriante muerte cercana y orar porque se vaya del lado de tu amado hijo.
Cuando a ti te toque morir de sufrimiento porque la pena del alma te asfixia al no encontrar consuelo ante la desesperante batalla por la vida de tu hijo. Cuando a ti te toque derramar inconsolablemente todas las lágrimas que jamás hayas derramado. Cuando a ti te toque luchar ya de viejo día a día como si aún fueras mozo para lograr mantener la vida de tu hijo.
Cuando a ti te toque eso y mucho más, entonces comprenderás que no tienes derecho a quitarle a un padre las esperanzas por salvar a su hijo. Ni la fe a una madre de pensar que a pesar de todo y de cualquier circunstancia su hijo, su príncipe saldrá victorioso de la batalla que mantiene por vivir.
Cuando a ti te toque entonces, comprenderás por qué tanto sacrificio y tanto esfuerzo hace un padre cansado y enfermo, para llevar a su hijo moribundo el sustento y la medicina que lo mantendrá vivo en este único regazo de amor que es el hálito recíproco que solo la esencia entre un padre y su hijo podrían hacerte entender.
El amor, el sufrimiento y el dolor pudieran ser las razones por las que un hombre trabaja y en cuyo motivo solo gravita su hijo que desea preservar de la muerte. No sabes nada, no sabes vivir, solo apuntas sobre el dolor para satisfacer tu egolatría. Que Dios se apiade de tu alma, cuando ignorante eres de la sustancia que envuelve el corazón.