lunes, mayo 13, 2024
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¡Cuidado genio, la ignorancia es atrevida!

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Imagínense que se nombre en un país como funcionario en un ministerio asociado con su economía y desarrollo tanto endógeno como sesgado a la exportación y como asesor para el área de alimentación, higiene y servicios públicos, a un individuo que, en un programa de televisión, no da pie con bola (no acierte), o no sepa deducir que las esponjas de baño están relacionadas a un ser que vive en el mar.

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Para ello, incluso, llame a una profesora universitaria, que supuestamente habría de ser su mejor profesora -quien le alabaría efusivamente- para que lo ayude y, resulte peor. O sea, que la misma no diera pie con bola, tampoco. Ergo, así se demostraría la insensatez y el desprecio al mérito. Igualmente, el impasse de la profesora que no puede ayudar a un alumno ¿mediocre?, generaría suspicacia de la falta de ética de algunos educadores, concepto que es indispensable para educar y, que existe muy limitada en el gremio educativo del país, aunado al nepotismo.

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Simón Rodríguez afirmaba en: “Sociedades Americanas”, que no se podía culpar de la mala educación del alumno al maestro, pues, era algo que él mismo no había tenido buena. Si es el caso, este aludido sería el propio oportunista. Empero, se podría suponer que quiso pegarla en el concurso, pero le sale el tiro mal. Y, no cesa en seguir pescando en río revuelto,  por eso, ¿alineado con el partido de Gobierno? ¡Ahí lo tendríamos! Como una máxima de  la ironía: “Cuidado genio, que la ignorancia es atrevida”. La historia de este personaje, intuyo, podría ser la del hijo pródigo al que su padre no tenía confianza. Por ello, prometería a su padre -fanático del programa-, que iría a hacerse millonario con el concurso. ¡Pues no! Su escasa sapiencia  -conocida por el padre-  no le sorprendió con la fortuna, al contrario, quedó en ridículo público. 

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De ser así, parafraseando y revocando a la vez, a Teodoro Petkoff con lo siguiente: “Estamos mal, pero vamos bien”; yo objetaría: ¡No mi querido difunto,  estamos mal, vamos mal y si seguimos así, con odio a la meritocracia y apego a la fidelidad del oportunista, iremos peor! Finalmente, si esta asignación diera lugar,  se verificaría el proverbio popular: “Suerte te dé Dios, que saber nada te vale”. El oportunista tiene esa astucia, es atrevido,  precisamente porque al ignorar muchas cosas tiene que ingeniarse para sobrevivir y, “semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos”. Bolívar. El trasfondo es: ¡Lo que haga mal o bien el ministerio, es consecuencia del ministro y no de quien le asignó!  ¡Cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia!

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