Sólo
La Constitución permite la posibilidad de la Asamblea Nacional Constituyente en su artículo 347. Toda maniobra en otro sentido, cuya iniciativa no sea sometida a la consideración de “todo” el pueblo para que este decida si quiere la Constituyente, es anticonstitucional y profundamente antidemocrático. Se trata, de una consulta cívica y democrática al pueblo, expresada taxativamente en la Constitución, la misma que ahora pretende cambiar Nicolás Maduro con sus seguidores.
La violación de la Constitución es como toda otra violación. Una violación siempre resulta ilegal, violenta e ignora la voluntad del otro, buscando de modo delictivo la satisfacción de deseos perversos.
De no respetarse la Constitución, la llave maestra de la organización nacional y la base de todas las reglas de juego, estallaría la Republica. El esfuerzo realizado por la sociedad venezolana desde el año 1958 para la construcción de un orden democrático está siendo demolido por Nicolás Maduro, quien prosigue su camino constituyente sin contar con la soberanía popular, dejando lugar a un verdadero golpe de Estado. Que los venezolanos no están dispuestos a tolerar.
Usurpando los derechos del pueblo Nicolás Maduro ha convocado una Asamblea Nacional Constituyente. Mirando de cerca lo que significa la palabra pueblo. “Pueblo” es todo el pueblo. Si todo el pueblo, se pronunciara a favor de una nueva forma de vida política, de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución, su dictamen estaría por encima de la Constitución, daría lugar, en rigor, a una nueva Constitución.
Pero la unanimidad del pueblo es un acontecimiento raro. Puede darse en algunas circunstancias no políticas, por ejemplo, en el futbol con la Vinotinto frente a Uruguay. En política, sólo la imaginamos en la veneración universal de la bandera, de Simón Bolívar, de la Constitución.
Jean- Jacques Rousseau, el gran teórico de la democracia, imaginó que la unanimidad es posible si, al día siguiente de una votación, la minoría pasa a identificarse con la mayoría que lo derrotó. Esto ocurre en ese momento fundacional en que se aprueba la ley suprema de una comunidad política; cuando el pueblo jura su Constitución.
La Constitución es el contrato de convivencia entre los miembros de una nación. En torno de ella funciona el esquema de Rousseau. En 1999, cuando hubo que elegir a los constituyentes que reformarían la Constitución de 1961, lo venezolanos votaron por diversos partidos. Sin embargo, una vez que la nueva Constitución fue sancionada, tanto los que la apoyaban como los que criticaban el nuevo texto constitucional lo hicieron suyo al acatarlo solemnemente. Vivieron el sagrado momento de la unanimidad. Por eso consideramos que la Constitución de 1999 que ahora tenemos en lugar de la de 1961 es legítima. Porque se siguió al pie de la letra el procedimiento que el pueblo en ejercicio de sus poderes creadores, mediante el voto libre y el referéndum democrático convoco la Asamblea Nacional Constituyente.
Sólo cuando el pueblo es “todo” el pueblo, su voluntad es soberana. En la Constitución se establecen las condiciones en que el “pueblo de Venezuela depositario del poder constituyente originario puede nuevamente convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
Fuera de esta secuencia estricta que proviene del momento fundacional de unanimidad democrática, cualquier agrupación de personas, aun así, siendo mayoría que se forme sin acatarla conspirará contra ella y será, por lo tanto, antidemocrática. Porque esa mayoría, es minoritaria en relación con la unanimidad.
La idea que tienen aquellos, como Nicolás Maduro, de que basta con convocar a una elección por fuera de las previsiones constitucionales para considerar que su resultado equivale al pronunciamiento del pueblo. Se basa en un falso axioma: que, en democracia la mayoría- o una parte de la sociedad- equivale a la unanimidad. Que la mayoría es el pueblo.
Pero el pueblo no es la mayoría del pueblo. El pueblo es la mayoría más la minoría del pueblo. También los que pierden son parte del pueblo. Si valiera cualquier consulta popular para producir efectos por fuera de lo que prevé la Constitución, también seria valido consultar a la mayoría del pueblo para que resuelva, por ejemplo, eliminar a la minoría. La mayoría es ocasional; fue chavista hasta el año 2013. El pueblo es permanente Sin esta distinción crucial, lo que reina no es la democracia sino la barbarie.