¿Delitos de odio?

 

Chávez no tuvo compasión, ni siquiera, con el cardenal Ignacio Velazco, quien estando en sala mortuoria, le envió el mensaje que se verían en el infierno, sin importarle que en ese momento se encontraba en cadena de medios radioeléctricos

La aprobación de una Ley Contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, aprobada este recién pasado lunes 6 de noviembre por la Constituyente, deja ver claramente las intenciones del régimen de Nicolás Maduro de continuar sus acciones contra los derechos humanos y la libertad de expresión en Venezuela.

La comisión de esos presuntos delitos, que no se sabe a ciencia cierta cómo serán tipificados, tienen una pena que va de 10 a 20 años de prisión.

A los venezolanos se nos calificó, en boca del propio expresidente Chávez de escuálidos y así nos llamaban sus seguidores a quienes, con todo el derecho formulábamos críticas a su gestión. Pero también nos calificaba como pitiyanquis, vendidos al imperio y demás cognomentos  a los cuales pudiera echa mano para descalificar.

A los miembros del clero venezolano los tildó en una oportunidad de diablos con sotana. Chávez no tuvo compasión, ni siquiera, con el cardenal Ignacio Velazco, quien estando en sala mortuoria, le envió el mensaje que se verían en el infierno, sin importarle que en ese momento se encontraba en cadena de medios radioeléctricos y que se trataba del líder de la Iglesia católica venezolana.

La inefable Constituyente emite una ley que calificará como delitos de odio hasta los llamamientos a protestas pacíficas  por parte de la oposición ante el desastre que acaba con Venezuela y los venezolanos.

Califican como delitos de odio declaraciones contra las damas rojas del CNE a través de las cuales se les califique de tramposas por sus actuaciones en beneficio del partido que sustenta a la revolución, y en desmedro del derecho democrático del voto de los venezolanos.

La Ley Contra el Odio es la estrategia revolucionaria más acabada contra el derecho a la libre expresión de los venezolanos, pues contempla penas draconianas tanto contra quienes expresen opiniones que al régimen le dé la gana de calificar de odio, así como a los medios que las reseñen.

Nicolás Maduro, presidente de la República, tampoco se diferencia mucho en su discurso de odio de su antecesor y mentor político, y los ataques fascistas, de odio del bueno, que se producen contra las marchas pacíficas de la oposición, necesariamente que tienen su origen en órdenes superiores

De manera que esta ley contra el odio que acaban de aprobar en ese cuerpo que ha sido calificado de fraudulento por la mayoría de los gobiernos democráticos del mundo, parecieran estar retratando al iniciador del odio en Venezuela en estos últimos 20 años de la República, así como al promotor de la misma que no es oro que Nicolás Maduro.

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