El
En su relación con las universidades, el Ejecutivo nacional actúa a semejanza del Gobierno de la novela Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) la cual tiene como tema de fondo una sociedad caracterizada por el control social y el totalitarismo; sin libros porque éstos creaban personas críticas y por ende, no manejables por el Estado.
Contrario a la novela, el Gobierno nacional no hace hogueras de libros pero con los desactualizados sueldos y otros beneficios nos impide su adquisición, al punto que el profesor tiene que optar entre llevar comida a su casa o comprar los imprescindibles libros. Contribuye a esta desolación académica la imposibilidad de utilizar con efectividad las nuevas tecnologías de la información y la comunicación por la baja velocidad de la Internet y lo costoso del servicio. La institución se deteriora porque con el mermado poder adquisitivo de los bolívares y las insuficiencias presupuestarias, se hace difícil la compra de equipos e insumos.
La compleja problemática del bajo salario tiene más acentuados efectos negativos en la calidad de vida del resto de los trabajadores. Los incrementos salariales vía decreto y decididos de manera unilateral por el Ejecutivo nacional, en el contexto de una inflación elevada e incontrolada y un aparato productivo devastado, constituyen una mezcla explosiva que si bien es correcta en su concepción teórica en la práctica es nociva para el país porque genera más inflación. El Gobierno supone que el problema es de distribución y no de producción y productividad; de allí que pone la distribución en manos de la FAN y desestima la búsqueda de solución con los productores.
En lugar de los aumentos compulsivos de sueldos y bono de alimentación, habría que establecer una política de Estado que integre lo coyuntural con lo estructura,l para corregir las desviaciones que ahogan a la población y al empresariado. Cada vez que el Gobierno ordena este tipo de acciones emite dinero inorgánico para cumplir con sus obligaciones, pero coadyuva al incremento de la inflación al no tener el respaldo del trabajo productivo ni de divisas. De tal forma que esos incrementos se constituyen en un impuesto indirecto que paga la población y en particular la más pobre, pues resulta en un alza significativa de todos los precios.
No obstante, en lugar de corregir el problema, voceros gubernamentales insinúan otra alza de los sueldos si continúa la “irresponsable” conducta de los comerciantes y algunos empresarios de la producción. Otros son los responsables de la crisis.