La
El hecho de ocupar Maduro el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, significó una aventura lamentable. Era la época del desmán colectivo gubernamental, millones de dólares procedentes del flujo petrolero, dejaban por el mundo una cofradía de mendigos que se nutrían de las arcas del país; dilapidaba Chávez lo que tenía y no tenía, Maduro era su mensajero. Hasta allí su función “diplomática”. Hoy presidente, las cosas son totalmente diferentes. Un país en ruinas moral y material, asiste a eventos internacionales y específicamente ala OEA, representado por una Canciller sin formación diplomática y sin la posibilidad de dádivas que históricamente les permitieron sobornar países aupados por la pobreza o necesidad de petróleo casi regalado.
La práctica del insulto, del irrespeto institucional, pero por encima de eso, la incapacidad científica de nuestra Cancillería, enloda a la Patria. La Diplomacia es exigente y complicada. Ese estilo Castrista correspondió a una época en la cual Fidel tenía el apoyo de la Unión Soviética, con todo lo que eso implicaba. Chavez rudimentariamente quiso emularlo, pero sin éxito. Hoy, las falencias se pagan. Ser Diplomático exige preparación profesional, equipos y asesores altamente calificados que lleven estrategias preconcebidas y alternativas dinámicas, que asocien la intención con la realidad y los principios del Derecho Internacional.
El Romanticismo Castrista, pasó de moda. Lo extinguió la historia y a Fidel lo negoció su hermano Raúl. No pudo con la realidad. A Maduro lo aniquila la ignorancia de él mismo y su séquito. El solo hecho de que en la OEA, ya se discuta cómo enfrentar la situación de Venezuela, lo que implica que se acepta que hay una realidad, es una derrota total para el gobierno. Lo demás es retórica barata e insostenible. Sean los expresidentes designados o la Carta Democrática, la existencia de la realidad venezolana, es concebida como tal, sin discusión por todo el mundo.
El fracaso de la Canciller, es el resultado del fracaso de Maduro. No basta ser Soberano, el Estado Venezolano carece de una representación legítima, en esencia el Ejecutivo Nacional ha incurrido en actos que lo descalifican a luz de propios y extraños y es precisamente la verdad que ha aflorado en las Instancias Diplomáticas, sea OEA, ONU, UNASUR, etc. Creemos que ni rectificando se restituya la idoneidad jurídica para seguir en el poder.