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Prever con certeza lo que será el año 2016 para los venezolanos pudiera parecer un ejercicio esotérico más que científico. Sin embargo, al ir analizando hechos concretos por separado es posible tener un boceto de lo que pudiera ocurrir el próximo año en particular, y a partir de ahí en el porvenir del país en general.
El punto de partida para este análisis puede ser político o económico, cada uno con un conjunto de elementos latentes. En el caso del primero, sin duda el próximo 6-D es el primer hito a analizar, seguido de las elecciones regionales que tendrán lugar el próximo año. Aunque separados temporalmente estos eventos pudieran estar fuertemente relacionados. La razón es que el resultado del 6-D no solo es una medición de fuerzas entre el oficialismo y la oposición, es también un escaneo de la composición interna de cada bloque político. Si bien ambos sectores van con tarjetas únicas, los resultados por regiones (y los candidatos más cercanos a ciertas corrientes que a otras) darán cuenta de una distribución de fuerzas determinada. Por ejemplo, en el caso del oficialismo se verán las tendencias ideológicas que predominan (para nadie es un secreto que hay distintas corrientes dentro del chavismo).
Con respecto al aspecto económico el elemento determinante será la desaceleración económica mundial, la cual trae consigo la caída de los precios de las materias primas (entre ellas el petróleo, del cual dependen casi la totalidad de las exportaciones venezolanas). Esta situación puede ser positiva o negativa para el país según las acciones que se tomen. Al caer los precios del petróleo a nivel mundial aquellos países con altos costos de producción tendrán que salir del mercado, esto deja a los países con costos más bajos en una posición ventajosa. Este es el caso de Venezuela, sin embargo para que esto sea aprovechado la clave será un aumento importante de la producción, y es ahí donde los acuerdos entre los actores políticos será clave, pues en el marco de un acuerdo nacional de gobernabilidad será posible atraer la inversión requerida, de lo contrario está se mantendrá con una participación tímida.
Las dos circunstancias anteriores desembocan en el mismo lugar: acuerdo de gobernabilidad. Mientras el país no logre llegar a una situación de relativa calma continuará por la ruta del suicidio económico, en el que sus síntomas actuales se agravarán (inflación, escasez, por mencionar los dos más evidentes). En este escenario, la pobreza aumentará a paso acelerado, y con ella se contribuirá a tener menores niveles de gobernabilidad. De esta manera se genera un círculo perverso en el que al final tal vez termine prevaleciendo el Estado en un país en ruinas, o un tercer actor rompa la dolorosa convivencia entre oficialismo y oposición.
Un escenario alternativo es aquel en el que se dé un acuerdo de gobernabilidad, en el cual sin duda la Asamblea Nacional pudiera jugar un rol fundamental.