viernes, diciembre 13, 2024
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“Espero algún día ver a mi hija correr profesionalmente”

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Alberth Bravo incursionó en el atletismo luego de que su padre “no biológico” le transmitiera su pasión por correr y le presentara a quien sería su primera entrenador, antes de elegir ser un atleta profesional 

Mientras conversa, su hija corre alrededor de él, trata de mantenerla tranquila, pero no puede y solo mira a la pequeña, de tres años, que lo convirtió en padre y sonríe. Alberth Bravo, velocista, de 29 años, espera poder transmitirle a su niña, Arlis Angelina Bravo, la misma pasión que sus padres le inculcaron por correr.

Bravo, que actualmente se prepara para los Juegos Olímpico Tokio 2020, donde espera representar a Venezuela en los 400 planos, se llena de orgullo al hablar de sus padres. A quienes considera los principales forjadores de su pasión por el atletismo. 

Un legado familiar

El oriundo de Los Puertos de Altagracia, explicó a La Verdad que a pesar de no contar siempre con la presencia de sus padres biológicos, la pareja que lo crió lo hizo de la mejor manera y siempre lo apoyaron. Recuerda que Heberto Ávila, su “padre no biológico”, le aseguraba que sería un gran atleta. 

“Mi papá no genético, él corría maratones, recuerdo que tenía muchos trofeos y medallas y corría con las compañías que trabajaba, era bueno”, detalló Bravo, siempre con una sonrisa en su rostro. 

También aseguró que “salía todos los días a trotar a las 5.00 de la mañana, antes de irse a trabajar, no lo hizo profesionalmente, sino porque le gustaba”, esa influencia es la que considera que lo llevó a las pistas.

Mientras recordaba su infancia y el lugar que ocupa su padre de crianza en su vida profesional, aseguró que gracias a una compañera de trabajo de su papá, inició sus primeros pasos. “Carmen Chacín, una señora que entrenaba con él, que fue mi primera profesora, me dijo que ella quería entrenarme y hacer de mí un campeón en el atletismo (…) Ella fue quien me preparó, hasta que llegué aquí, a Maracaibo, para dedicarme a esto profesionalmente”. 

Su padre no pudo verlo alcanzar el éxito que lo convirtió en un representante de Venezuela mundialmente, ya que falleció cuando aún el criollo era muy joven, pero para Bravo, él siempre está presente, incluso desde su primera competencia en una copa estudiantil de 1998. 

“Mi papá decía que sus uniformes no podían ser para nadie porque eran para mí y así fue a la final y yo los usé en mi primera competencia en el 98, en una copa estudiantil en el “Pachencho”, y entre esas pruebas gané salto alto”. 

Padre orgulloso

El corredor zuliano, no dejó de sonreír en ningún momento que habló de su hija, Arlis Angelina, como la pequeña, muy claro lo dijo, a sus tres años. Para Alberth Bravo, tener una hija ha sido la mejor experiencia de su vida y desea poder compartir con ella todos los momentos posibles y espera verla crecer e incursionar en el deporte que tanto le ha dejado. 

“Ella sabe que su papá corre y ella dice que va a correr como yo”. El zuliano expresó que no pensaba que duraría tanto en el atletismo, pero la llegada de la niña, cambió su pensamiento.

“Pensaba que no iba durar tanto tiempo en el atletismo por la edad y uno quiere hacer otras cosas, también porque cansa, pero por ella decidí seguir, hasta que ella pueda verme correr, pueda verme participar y tenga la capacidad para recordarlo y decir: ‘Mi papá corría, yo lo vi’, por ahora eso es lo que pienso”. Bravo sueña con poder llevarla a los Juegos Olímpicos Tokio 2020, ya que considera que “eso sería impactante para su vida”.

A pesar de las distancias que por motivos de competencias lo separan de la pequeña, considera que la tecnología es la que logra mantenerlos unidos. También ha sacrificado eventos deportivos para no perder tiempo de calidad en familia, la cual considera “lo más importante”. 

“Cuando ella nació no viajé, me perdí tres concentraciones nacionales por vivir los momentos familiares, muchos me criticaron, pero yo me quería quedar (…)”. 

Mientras Arlis jugaba alrededor de él, Bravo recordó: “Cuando iba a empezar a caminar yo viajé, y le dije a su mamá que nadie la agarrara porque yo tenía que estar allí cuando ella empezara a caminar”. Mientras hablaba, la niña lo miraba con una gran sonrisa en el rostro, como si ella también recordara ese momento entre padre e hija. Detalló que, a pesar de lo duro que puede resultar, quiere vivir con ella “todo lo que sea posible”.

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Dupla familiar 

Como buen atleta que se considera, no quiere dejar de lado nunca el deporte y aspira poder ser entrenador, pero sobre todo iniciar a su hija en el atletismo. “Ella sacó mi estatura, así que si ella le llega a gustar el deporte le va a ayudar mucho”, expresó contento, mientras miraba a Arlis.

Aspira que a ella le gusta igual o más que a él correr, pero considera que aún no es tiempo de empezar a entrenarla. “Ella debe ser quien decida eso, en estos momentos le gusta, pero está muy pequeña todavía y no quiero que empiece a entrenar y se aburra”. 

Para Albert Bravo que su hija siga sus pasos sería importante, por eso dijo que “si me va a seguir los paso quiero que entienda que es fuerte, y tener consciencia sobre que esto, no es un juego y que será un camino difícil”. 

Considera que ella en algún momento le dirá “yo quiero ir contigo” y cuando así sea pondrá la misma pasión que tiene al correr como entrenador. 

“Quisiera verla a un nivel como el de Yulimar, por ejemplo, la gente piensa que la altura es una ventaja, pero hay que saberla trabajar. Una persona cuando empieza es muy floja, porque ser alto es complicado, si ella sabe llevar eso, sé que puede lograr muchas cosas”, finalizó.

Orgullo venezolano 

Alberth Bravo, corredor de un metro 98 centímetros, a los 13 años hizo sus primeras pruebas atléticas y desde los 16 se concentró en el atletismo. Por su estatura, en un principio se dedicó a los saltos: garrocha, alto y llegó a establecer el récord venezolano con 2,22 metros. Tuvo su primera aparición internacional en 2006, logrando el séptimo puesto en el Iberoamericano de Ponce con 2,08 y medalla de bronce en los Odesur de Buenos Aires con 2,11. 

El oriundo de Los Puertos de Altagracia se especializó solo en correr. Siendo uno de los más veloces de Venezuela en los 400 metros planos, participó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y se ubicó en el puesto 24 de la clasificación general, también participó en Río 2016 y logró el puesto 35, entre 54 competidores en la prueba eliminatoria de los 400 metros planos. Bravo registró un tiempo de 46.15 segundos, por encima de su marca clasificatoria. 

 

 

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