Daniela
La crisis que atraviesa la salud en el Zulia se instaló en el Hospital Adolfo Pons de Maracaibo. Adentro los pacientes luchan por salvar sus vidas, mientras que afuera los familiares lloran, rezan, gritan, piden y hasta roban para salvar a sus enfermos. Los médicos están del otro lado: “Adivinamos cómo reaccionará el paciente, aquí se salva al que no le toca morirse”, confesó un médico residente del centro hospitalario, quien contó lo que ocurre con la condición de resguardar su identidad por miedo a represalias.
“Es demasiado frustrante trabajar así”. De esta manera, Hermán Urdaneta, como se identificó de manera ficticia el galeno, inició su relato de lo que ocurrió en la guardia del 27 de mayo cuando 15 pacientes perdieron la vida durante la noche por, presuntamente, la falta de insumos. La jornada que inició el viernes 26 de mayo a las 7.00 de la mañana y culminó el sábado a la misma hora.
“Fue la guardia más alarmante del año. Ese día hubo tantos muertos que perdimos la cuenta. Los pacientes se mueren porque aquí no hay nada, además ya vienen mal porque no cumplen el tratamiento en la casa porque no consiguen las medicinas. Por eso, aunque nos amenacen, seguiremos resteados”, sentenció el medicó residente del primer año de Medicina.
Larga noche
Dijo que la gente gritaba casi al unísono: “Doctor, salve a mi familiar, haga algo”, cuestión que para él es “frustrante”. La mayoría de los pacientes que perdieron la vida esa noche son por shock séptico. El médico explicó que muchos se complicaron por la falta de antibióticos. Tres murieron en el área de trauma shock con problemas de hipertensión arterial que por falta de antihipertensivos terminaron un accidente cerebrovascular (ACV) hemorrágico grave y no aguantaron. Una señora hipertensa y diabética falleció por septicemia, desarrolló una infección urinaria y de piel y partes blandas. La lista continúa con pacientes infectados con VIH e insulinodependientes.
El tratamiento para la sepsis inicia, según el protocolo, con un rescate hídrico. Pero el galeno aclaró que en el hospital no hay hidrahidratación para realizar el procedimiento, por lo que la proliferación de septicemia es eminente. A este escenario se le suma que no hay personal de enfermería suficiente para cumplir los tratamientos. “El personal de enfermería no da abasto, porque casi no hay, entonces colocamos al familiar como ayudante en emergencia: ‘Mirá, está pendiente cuando se acabe la solución y me avisáis’”.
Salen peor
Róbinson Emiro, ingresó a su madre, Arelis Penso (65), hace una semana al Adolfo Pons por un cuadro hipertensivo. “A mi mamá la atendieron de una vez cuando ingresó, le tomaron la tensión y verificaron su estado, le colocaron un medicamento genérico para la tensión y la dejaron en observación”.
Con el paso de las horas el cuadro de Penso se agravó. En la noche comenzó a delirar. Su hijo contó que sufrió un ACV isquémico de gran magnitud dentro del hospital y nadie le informó. “El sábado la doctora le envió a hacer una tomografía para descartar daños. Paso día y medio para que nos dieran los resultados. El lunes en la mañana la pasaron al cuarto, no nos dieron el resultado, solo que teníamos que esperar al neurólogo. Cuando conversamos con la enfermera nos comentan que hay un solo neurólogo para el lugar, o sea que lo más probable es que la cita sea para dentro de tres meses”.
Emiro supo que su madre tenía daño cerebral por el estado de la señora y por una alerta que le dio el radiólogo. Hoy su madre está estable, pero él reclama que: “A ella le dio el ACV hospitalizada y nadie nos dijo nada”.
A la carrera
Para otros no hay tanta suerte, aún no salen del centro asistencial y su esperanza de vida es mínima. Osmaira González ingresó a su hija, Yuliana Mora (34), con diabetes mellitus tipo 1 el pasado viernes 26 de mayo. “Ella fue la única que se salvó de esa noche”. Pero la esperanza para la familia oriunda de Isla de Toas, cada vez es menor. “La trajimos para acá con una infección urinaria y como no había antibiótico ahora está entubada, al borde de la muerte”.
Narró que “esa noche yo le gritaba al doctor que la salvara, solamente tenía 30 mil bolívares y con eso no me alcanzaba para nada”. Diariamente ella y su esposo gastan entre 50 y 80 mil bolívares para cumplir con los exámenes que le piden a Mora, pero mientras no consigan insulina no mejorará. “Ahí la tenemos entubada, hasta que no le quiten los tubos no puedo decir que está bien”.
Un frasco de insulina afuera del hospital vale 100 mil bolívares. “No consigo insulina, por eso me desespero porque veo cómo se está muriendo mi hija, que tiene un hijito especial y es madre soltera”. Los padres hacen lo que sea para salvarla: “Mandé a quitarle la puerta a la casa para venderla. Le dije ahorita a mi esposo, ‘vendéis hasta la nevera’, pero yo quiero salvar a mi hija porque no tengo más nada que vender”.
González dijo que también venderá una puerta que le dio la Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor a su hija como mejora de vivienda. “La voy a quitar para venderla porque ya no tenemos de donde sacar. Yo lo que quiero es que mi hija se salve, que me ayuden por ella porque se me puede morir”.
Derechos humanos
Daniela Guerra, directora general de la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (CODHEZ), recalcó que existe una violación sistemática y grave en la violación del derecho a la salud en los centros médicos públicos del Zulia. “Los hechos del día 27 de mayo demuestran la violación sistemática del derecho a la salud. Eso es un derecho que el Estado venezolano está en la obligación de garantizarlo, sin embargo, por tratarse de un derecho que es parte de un grupo de derechos económicos, sociales y culturales, es un poco más difícil de determinar su exigibilidad”.
Dijo que desde unos años para acá “hay una desmejora enorme, no solo de infraestructura, del inventario y del ambiente de trabajo en los hospitales. También de inseguridad que genera una situación descontrolada”.
Recalcó que el Colegio de Médicos entabló “una buena comunicación con la Secretaría de Salud, pero los resultados son muy lentos. Mientras tanto el último informe que sacó el Ministerio de Salud habla de que la mortalidad infantil aumentó en 30 por ciento desde el año 2015”.
Mafias
Los medicamentos que se venden en los alrededores del Hospital Adolfo Pons cuestan entre 50 mil y 150 mil bolívares. Todas tienen sello del Instituto Venezolano de los Seguro Sociales. Hermán Urdaneta, familiar de un paciente, denunció que las medicinas las sacan del hospital para revenderlas. “Las mafias que son de adentro las sacan y terminan revendiéndolas afuera. Aquí nada más revisan al personal médico y enfermería y a los milicianos qué”.