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En el Servicio de Educación y Recuperación Nutricional del Hospital Chiquinquirá, ubicado en el tercer piso, hay cinco niños internados por presentar cuadros de desnutrición. No se alimentan bien producto de los problemas económicos de su familia.
Franchesca León cumplirá tres años en el mes de julio, aunque su apariencia es la de un bebé de seis meses, pesa cuatro kilos. Al nacer tuvo una irregularidad en el esófago y fue intervenida. Desde entonces, su proceso de crecimiento se retrasó. Con el tiempo desarrolló una cardiopatía pulmonar que se caracteriza por generar secreciones constantes.
Yélika León, madre de la niña, tiene siete hijos. Son habitantes del poblado de Sinamaica, en el municipio Guajira, viven en una casa de dos cuartos que se cae a pedazos desde la inundación del año 2010. Relató que su salario es de cinco mil bolívares semanales, trabajando como cocinera en La Cañada de Urdaneta. Su hija debe tomar un medicamento para el corazón de por vida, cuyo precio es de siete mil bolívares. La presentación oferta 30 pastillas, las cuales debe tomar cada ocho horas. Aunado a esto, sufre por la escasez de leche, solo la alimenta con crema de arroz y papillas de frutas. Tenía dos opciones: compraba comida o los medicamentos.
Desnutrición
La pequeña fue internada el 1 de abril al presentar un cuadro de desnutrición. Por su condición, es propensa a alergias y en Sinamaica su cuadro desmejoró progresivamente. Desde la nariz de Franchesca sobresale un tubo para extraer líquido y en su mano una venda pegada que resguarda la vía por donde recibe el alimento.
Los abuelos colaboran pidiendo en las plazas de Maracaibo y vendiendo pescado en Sinamaica, reúnen dinero para costear el tratamiento. León explicó entre lágrimas que pronto su hija será operada del corazón y estiman que el tiempo para subir al peso adecuado sea de dos meses. Mientras tanto, los gastos diarios se mantienen.
Sin recursos
Las cuatro madres restantes sufren de forma similar las consecuencias de la pobreza. En el Hospital Chiquinquirá las enfermeras y médicos atienden los casos de cerca. Con los recursos que cuentan, en un país en el que las escasez de medicinas e insumos ronda 85 por ciento, les suministran fármacos para aumentar de peso, vitaminas para recién nacidos, antibióticos y antivirales. Las mamás comen una vez al día y viven de las donaciones de un grupo misionero de cristianos, que lleva comida, ropa y medicamentos.
Marilin Castillo, reside en Paraguaipoa. Su hijo, Joneiker, tiene siete años y padece de retraso motor. Lo ingresaron al centro médico con síntomas de desnutrición, pesaba solo cuatro kilos. Comentó que el niño no puede masticar por si solo. Para ayudarlo, lo alimenta con cremas, sopas o leche. Ella y su esposo viven de empacar bolsas en el módulo de Mercal que funciona en la zona “cuando hay productos” y en los últimos meses sufrieron para conseguir leche y productos adecuados para el niño. “Necesitamos ayuda porque no nos alcanza para comer ni mucho menos para las medicinas”.
Colaboración
Los niños y sus madres necesitan leche maternizada, medicinas como maxibol, henovic, bendamen, primperan, ácido fólico y soluciones fisiólogas al cinco por ciento. Insumos como una sonda nasogastrica número ocho y alimentos no perecederos entran en la cuenta de necesidades. Los interesados en colaborar pueden dirigirse al Hospital Chiquinquirá al Servicio de Educación y Recuperación Nutricional, en el tercer piso.