Un usuario de la plataforma Tik Tok señala que no pensaban que fuera un juego; pero hasta que no vivieron el caminar 12 horas, el dormir en medio de la selva, el cargar a compañeros para pasar los ríos, no se lo creyó
Atravesar los ríos y caminos enlodados del Darién a ritmo de Ozuna, así contó Marlon Anaya en sus redes sociales los siete días de travesía por una de las selvas más peligrosas del mundo, rumbo al llamado “sueño americano”.
“Madre, bendición, yo sé que me mandó a comprar el kilo de pollo para el almuerzo, pero sin querer terminé por aquí en el Darién”, dice Anaya (@marlon23jr), mientras sujeta el celular con una mano y trata de sacar los pies del lodo para seguir avanzando.
En la era de TikTok es más fácil conocer los detalles para cruzar el Darién, la selva que separa a Colombia de Panamá, en una suerte de incitación y banalización de una de las rutas más peligrosas del mundo para los migrantes que buscan oportunidades en Estados Unidos.
Como si siguiera retransmitiendo en TikTok, Marlon habla con EFE por notas de voz desde el autobús que lo lleva a la frontera de EE.UU.: “El primer día nos dimos cuenta que no era un juego”, afirma este venezolano de 21 años que decidió migrar, junto a otras 25 personas de San Antonio del Táchira, en la frontera con Colombia, cuando se le acabó un contrato de futbolista profesional.
“No pensábamos que fuera un juego”, se explica. Pero hasta que no vivieron el caminar 12 horas, el dormir en medio de la selva, el cargar a compañeros para pasar los ríos, no se lo creyó.
De hecho, cree que al contar a sus más de 57.500 seguidores lo que iba haciendo, visibilizaba y hacía real una experiencia inhumana para los que vienen detrás, y lo hace sonriendo, con canciones populares o reguetón, porque al fin y al cabo tenía que “disfrutar al máximo”.
Banalizar la muerte
Los ríos que hay que atravesar, las trochas enlodadas casi intransitables y las áreas de descanso protagonizan la mayoría de los videos del Darién, que se cuentan por centenares en la aplicación TikTok.
Los que más éxito tienen son los que cuentan el drama en su más crudo sentido: niños llorando porque casi no pueden atravesar el lodo o los ríos, personas que se descomponen por la dureza de las condiciones, o incluso fallecidos en el camino.
“Llegada a la cima de Banderas, les pido una oración por los hermanos caídos”, dice este joven en un video en el que está a punto de coronar la loma más dura, donde lo reciben con vítores y muestra las banderas de Venezuela, Haití, República Dominicana y Colombia, que dejan los migrantes en la cima y que le dan nombre.
“Al estar en la loma, en la cima de las Banderas, que es donde subí el otro video, tuvimos que ver un cuerpo muerto”, relata.
Él decidió no mostrarlo pero en las redes se acumulan los videos de gente que lo hace sin pudor, en una forma de desahogo y hasta trivial. También como testimonio de una selva donde las autoridades tienen cifras de los que salen pero no de los que mueren en el camino.
Pregunta de seguidores
Los seguidores se cuentan por miles, así como las reproducciones de los videos, que oscilan entre las 10.000 y las casi 500.000, y los comentarios de ánimo que son una especie de ovación a quienes arriesgan su vida en la selva, encumbrados hasta una categoría de casi héroes.
Es también un medio de ayuda y consejo: ¿Cuánto tiempo llevan viajando?, ¿Qué ruta agarraste?, ¿Cuánto gastaste en la selva?… Y curiosos que preguntan cómo hacía para cargar la batería. En una selva donde no pasan vehículos, cualquier cosa se puede conseguir con dinero y recargar una batería cuesta tres dólares.
Muchos miran los videos para prepararse -“dentro de pocos días me voy por allá”, dice uno-. Este año, el Darién -uno de los pasos migratorios más peligrosos del mundo- ha sido transitado por más de 150.000 personas, el 70 % venezolanas, y en las últimas semanas cada día 3.000 personas se adentran en la selva.
En el camino, muchos graban para decirle a sus familias que están bien, otros para sus seguidores, otros quizás tendrán esos videos en sus teléfonos como algo que nunca más querrán mirar. Son imágenes que muestran lo inhumano del Darién y una realidad distópica que bien podría ser un documental de Netflix.
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