La
Hoy el Plan de la Patria no es otro que hundirnos a todos los venezolanos sin distinciones de ningún tipo. Solo nos va quedando la marcha del caos instalándose en la cotidianidad de millones de venezolanos convertidos en víctimas de una historia perversa cuyo daño es proporcional a la negligencia gubernamental en atender sus más elementales obligaciones públicas.
Ahora se proponen racionarnos la electricidad por cuatro horas al día en un lapso de 40 días. Esta medida ahondará aún más los niveles de angustia personal, familiar, laboral y social. En realidad, se trata de profundizar en la desmoralización y desorientación de la gente, para que desde un desquiciamiento infernal, dejemos de pensar en lo fundamental: la salida inmediata constitucional y legal del actual gobierno por incompetente.
Las agresiones son muchas y vejatorias. Además, y esto ya entra en el terreno de la amoralidad y el pecado político: hoy sabemos que las inversiones en las nuevas plantas eléctricas se las robaron desde el ya lejano año 2010 y que le vendemos electricidad a precio rebajado al Brasil. ¿Cómo entonces aplicar este nuevo racionamiento eléctrico sin que haya responsables del desastre? ¿O porque este se ha programado a todas las regiones del interior del país y se excluye a Caracas?
¿Tendremos “políticos de nación” que hayan calibrado la dimensión histórica del momento actual? Seguros que los hay aunque lucen tan confundidos como la mayoría de los ciudadanos que estamos aprendiendo a mal vivir desde una aspereza y violencia de la cual apenas tenemos costumbre. Nuestros referentes de racionalidad están rotos y el refugio espiritual no consuela a todos por igual.
La calle ya no es de los ciudadanos porque hemos banalizado la protesta y la represión se ha vuelto sofisticada desde una institucionalidad cautiva. Los jerarcas del régimen y sus amigos están tensando la cuerda más de lo debido y ganan un tiempo precioso en la preservación de los privilegios mal habidos. La gente tiene conciencia plena que mientras los bolivarianos estén mandando la situación seguirá empeorando, ya que se trata de un proyecto emparentado con la miseria y el cinismo. Estamos a la buena de Dios.
Rafael Cadenas nos dice sobre la situación actual que: “a la mayoría de los políticos los mueve el ego, no el alma” y que “continuamos siendo incapaces de sobreponer la moral a la política, la economía y la ciencia”. Para el poeta-demiurgo: “Cada instante es un regalo. Esto nos debería volver humildes y hacernos dar las gracias ¿A quién?”. Y ante el misterio se responde así mismo: “Sí, se trata de eso desconocido, sin nombre, de donde todo brota y a donde todo vuelve. Como ves, esta no es una respuesta porque no puede haberla. Es sólo una invitación al silencio”.
Un silencio como fortaleza interior, junto a Dios, que aminore ésta “conciencia de la fatalidad” urdida por un poder cuyas manifestaciones preferidas son las de infligir daño.