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Siguiendo a mi venerable padre soy un fervoroso creyente de la libertad con responsabilidad. Y de que el adulto es autónomo en su proceso formativo. Además, siempre termino dándole la razón a los sabios griegos antiguos que establecían una premisa fundamental alrededor del crecimiento humano, el famoso, “conócete a ti mismo” socrático.
Decimos esto porque el ejercicio del pensamiento libre y crítico de parte de los universitarios, estudiantes y profesores, hacia la producción de ciencia nueva es solo una anécdota. Un ropaje que encubre la más pueril militancia alrededor de una ciencia vacía.
La docencia y la formación de profesionales como si se tratase de productos de fábrica en serie, es de una calidad promedio muy baja, aunque esto sea a lo que han quedado reducidas nuestras universidades públicas y privadas. El afán y el desbocamiento por títulos y distinciones encubren y denuncia la existencia de un sistema contrario a la ciencia y la investigación seria y de alto nivel con impacto internacional. Vamos a estar claros: nuestras universidades son invisibles a los ojos de nuestros pares allende las fronteras nacionales, y si a esto se agrega la “prohibición”, hoy vigente, de salir del país, pues el resultado es la endogamia académica más pobre e insulsa.
Esta situación nos ha llevado del disimulo a la farsa. Organizando un teatro del absurdo alrededor de trabajos de ascensos como refritos y tesis de grado maquilladas por un envoltorio metodológico rígido y pomposo que solapa la profundidad de los contenidos. John Nash (1928-2015), en Princeton, a los 21 años, presentó una tesis: “Non-Cooperative Games”, para optar como candidato al título de doctor en Filosofía. Lo primero que sorprende es la extensión del trabajo, solo 26 páginas, luego la presentación descuidada porque no respeta los márgenes “científicamente establecidos” y está mecanografiada de una forma muy tosca, además, no hay citas al pie de página, ni una sola, óigase bien, ni una sola que refrende con el principio de autoridad lo que su autor trata de explicar y demostrar. Inaceptable y sagrado pecado científico este. El culmen de este atentado metodológico es la bibliografía: solo dos libros, y uno de ellos, tamaña provocación, del mismo Nash. Aquí en Venezuela, en nuestras universidades, al pobre Nash, luego flamante Premio Nobel de Economía (1994) por sus aportes innovadores alrededor de la Teoría de los Juegos, lo hubiesen aplazado, no una vez, sino mil veces.