La Constitución y la verdad como base del diálogo

El proceso de diálogo arranca con ausencias notorias, múltiples contradicciones, desconfianza mutua, desaciertos de fondo y de forma

Ante la justificada reacción de la oposición por la ruptura del hilo constitucional como consecuencia del diferimiento ilegal del RR; el ataque de las hordas oficialistas a la AN; las detenciones arbitrarias, se fijó por parte de la dirigencia política una agresiva hoja de ruta que definió múltiples medidas parlamentarias y populares anunciadas en respuesta a los atropellos dictatoriales. 

Las gestiones directas de la diplomacia vaticana -solicitada por ambas partes- dieron inicio a un “diálogo”, que sin duda alguna, representa un riesgo para los demócratas si permiten ser manipulados por el oficialismo  para evadir las claras exigencias de la oposición y de la comunidad internacional expuestas en diferentes oportunidades. El proceso de diálogo arranca con ausencias notorias, múltiples contradicciones, desconfianza mutua, desaciertos de fondo y de forma. Pero al mismo tiempo representa una oportunidad si es que se maneja con inteligencia, urgencia, claridad, transparencia y profesionalismo, para prevenir un conflicto que podría ser más grave si no se canaliza de manera inmediata a través de dos pilares: el de la Constitución y el de la verdad, ya que no basta con enseñar el librito azul y repetir incansablemente, “dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada”, para luego interpretar el texto de manera caprichosa y alejada de la verdad.

Felizmente, para los venezolanos, ambas partes coinciden en que el acuerdo se basa en lo estipulado en la Constitución Bolivariana, pero como su interpretación difiere diametralmente, la verdad de su cumplimiento debe someterse a la verificación de los facilitadores internacionales, quienes deben pronunciarse si se cumple con el texto en materia de derechos humanos, o si se da cumplimiento a las soluciones de la Mesa con las propuestas frente a la crisis humanitaria, social, económica, política e institucional que debe ser verificado por expertos aceptados por las partes para asegurar una transición democrática. 

Para lograrlo, la diplomacia vaticana debe comprometer que el diálogo cumpla con los dos pilares señalados: Constitución y verdad, contando para ello con los mecanismos de prevención de conflictos y de construcción de confianza, que en otros casos exitosos fueron aportados por expertos de la ONU (como Onusal en El Salvador, Mingua en Guatemala) o por la OEA (como en el caso de Haití), dejando de lado la fracasada “troika de Samper” rechazada por muchos opositores. El nuevo diálogo -basado en la Constitución y en la verdad- es el rumbo adecuado para alcanzar la paz, la democracia y la tolerancia entre todos los venezolanos.

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