La fatal arrogancia de las cúpulas políticas

Esa característica de excesivo orgullo lleva a dichas cúpulas o élites abrogarse una serie de privilegios producto del ego que los invade, por tener una autoimagen presumida

Lamentablemente a lo largo de últimos 50 años de nuestra historia política en Latinoamérica y más específicamente en Venezuela, algunas organizaciones o partidos políticos sobre todo las que han alcanzado el poder; han tendido a cometer graves errores en su interrelación con la sociedad que han gobernado, gobiernan o pretenden gobernar, producto de la arrogancia de sus altos cuadros dirigerenciales, los cuales por cierto, en la mayoría de los casos no han llegado a esos cargos como consecuencia de una larga trayectoria de trabajo social desde las organizaciones políticas con las comunidades, sino como consecuencia del compadrazgo, club de amigos o postulación del algún sector económico o padrino político entre otros. 

Lo cierto es que esa característica de excesivo orgullo lleva a dichas cúpulas o élites abrogarse una serie de privilegios producto del ego que los invade por tener una autoimagen presumida, la cual en la mayoría de casos ni siquiera guarda relación con una formación académica y política dilatada, sino que simplemente obedece a obcecados delirios de grandeza.

Ahora bien, cuando se detallan estos garrafales errores se encuentra como primer atributo la subestimación que estas élites hacen de la inteligencia del colectivo, a los cuales creen incapaces de discernir los elementos, demagógicos, populistas y falaces del discurso político, que con la más rimbombante oratoria o con un lenguaje dicharachero se pretende dirigir a las masas para sembrar esperanzas en la sociedad, de cuyas promesas jamás de terminan cumpliendo, destruyendo con ello la credibilidad de su organización política. 

Otro atributo resaltante de estas cúpulas políticas cuando están en el Gobierno, que los lleva a la comisión recurrente de fatales errores en la implementación, seguimiento y evaluación de políticas públicas, es su enorme desprecio por el conocimiento que se requiere para colocar en práctica o instrumentar dichas medidas en áreas tan sensibles como salud pública, educación, seguridad ciudadana e infraestructura, entre otros, menospreciando la necesidad de la formación académica y profesional para tales funciones y superponiendo a ello los compromisos políticos con fines corruptibles en lugar de la búsqueda del bienestar colectivo de la sociedad.

Por ello, estas élites tienen como ineludible atributo la imposición de agendas políticas y la negación absoluta de consultas, con las bases del partido de las decisiones trascendentales que se deben tomar en la organización, así como de proporcionarles la información necesaria, de las causas y consecuencias que implican las medidas que se piensan tomar para luego someterlo a discusión y votación, como racionalmente debe hacerse, porque ese es el verdadero ejercicio de la democracia, a lo interno de las organizaciones políticas y cuando se gobierna debe hacerse mediante la consulta pública. 

Finalmente, no podía finalizar mi escrito sin señalar el más desdeñable de los atributos de estas cúpulas políticas, como lo es la de ser accesibles a la sociedad que gobiernan o pretenden gobernar, pretendiendo delegar de manera muy cómoda y conveniente el quehacer de la política en promotores o activistas del partido, los cuales muchas veces carecen hasta de un discurso o mensaje político coherente con propuestas sustentables y sostenibles hacia la ciudadanía; cuando la verdadera función de un líder político es el contacto permanente con los ciudadanos, en aras de conocer sus necesidades, y con base en ello construir las propuestas de gobernanza que se requieren.  

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