La rebelión de los historiadores

Hoy, nuestras universidades están cercadas y el sistema de educación nacional público derruido Será la educación masificada y gratuita el punto de partida de una nueva conciencia social alrededor de un compromiso ciudadano

Sigue estando de moda ser un intelectual o artista comprometido con las mejores causas de la humanidad aunque estas las hayan representado Fidel Castro, Muamar el Gadafi, el Che Guevara, Stalin, Mao, Kim Il-sung y nuestro Chávez. Hoy, la llamada izquierda mundial, debería en un acto de contrición, pedir público perdón. Detrás de estos líderes mesiánicos y brutales solo se ha desparramado la tragedia social sobre sus dirigidos. 

En nombre de la muy poderosa idea de la justicia, alimentada desde el rencor de los explotados, el “Hombre Nuevo” fue solo un proyecto cazabobo ideológicamente prestigioso con la complicidad de una intelectualidad “progresista” alineada desde un arrodillamiento interesado, salvo muy contadas excepciones. 

Los historiadores nuestros, con apenas escuela, luego de la Independencia (1810-1830), se dedicaron a remodelar nuestro pasado, proponiendo otro alternativo alrededor del culto bolivariano (1842). Lo indio y negro poco valían; y lo hispánico había que abolirlo acompañando una leyenda negra fomentada básicamente por los británicos. Desde entonces el poder en Venezuela de la mano de los caudillos y militares se hizo de los servicios de una intelectualidad sumisa a sus designios. 

La Academia de la Historia de Venezuela se fundó en 1888 y en su recinto se produjo la historia patria al servicio del poder y el statu quo. Nuestro destino Manifiesto nunca se construyó, quedó varado en sus enunciados y las mezquinas ambiciones de las hegemonías de turno. Será la educación masificada y gratuita el punto de partida de una nueva conciencia social alrededor de un compromiso ciudadano, sustentado en las ansias de progreso social. 

Las universidades autónomas nacionales se convirtieron en las vanguardias de un nuevo pensamiento crítico y rebelde, siempre incomodo al poder que les financiaba. Por primera vez en Venezuela se podía disentir sin terminar con los huesos en una cárcel o en el exilio.

Hoy, nuestras universidades están cercadas y el sistema de educación nacional público derruido. La cultura es un desierto y la regresión histórica afecta todos los ámbitos de la vida social. Cualquier atisbo de meritocracia es inexistente. Aun así se pudo formar una clase media profesional viajada y comprometida con los signos de una modernidad democrática que hoy aún resiste. 

Estos historiadores han roto los paradigmas al uso sobre estar ubicados a la derecha o a la izquierda. Se resisten a las etiquetas y asumen una labor patriótica y nacionalista desde los incentivos de un pensamiento libre, autónomo y contestatario asumiendo riesgos que la mayoría rehúye. 

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