La revolución es un manicomio

Veremos cómo el pan se pone amargo y no porque “ha llorado el panadero o el que come está llorando”, sino porque no conseguiremos ni pan para saciar el hambre, que es lo único que abunda en la Venezuela arruinada por la revolución

Esta cosa rara que asaltó el poder en Venezuela bajo el nombre de revolución bolivariana, esta especie de maldición que le ha caído al pueblo venezolano no se le puede llamar gobierno bajo ninguna circunstancia. Esto es un manicomio.

Las medidas que recién acaba de anunciar Nicolás Maduro, como otra excusa más para evadir su responsabilidad ante el desastre del país, con buena parte de los venezolanos adelgazando de manera desproporcionada porque pasan hambre, y la gente muriéndose de mengua por falta de medicinas en los hospitales, en las farmacias, son una demostración de cómo la locura vive en Miraflores.

Pretenden achacarle a los dueños de panaderías de la capital y de todo el país, la culpa ante la escasez del pan y de las colas en esos establecimientos, que en su mayoría son un negocio familiar, porque buena parte de los miembros de la familia dueña del comercio panadero laboran en esos predios. Pero jamás aceptan que no hay la suficiente harina, porque se robaron los dólares para importarla y atender la demanda del pan nuestro de cada día.

¿Se habrán detenido Maduro y sus áulicos y corifeos a analizar un poco las razones de la hecatombe que sus políticas han producido en el país? La respuesta es no, porque solo así se puede entender que ordenen a los dueños de panaderías fabricar solamente pan canilla, amenaza de confiscación de por medio a los precios que al Gobierno le da la gana, en horarios que sobrepasan la norma de trabajo de estos establecimientos, sin tomar en cuenta el peso de los pasivos laborales y aumentos de cestatique que el régimen decreta a cada rato.

Este cronista ya se imagina, en los próximos días a Maduro y su cohorte de enchufados, los miembros de los Comités de Ladrones Asociados para Prevaricar, a las hordas fascistas UBCH, confiscando panaderías para disponer de ellas y colocar a administrar las mismas a esa cuerda de desadaptados, que solo saben actuar como fuerzas de choque del régimen contra la oposición democrática venezolana.

Entonces veremos cómo el pan se pone amargo y no porque “ha llorado el panadero o el que come está llorando”, sino porque no conseguiremos ni pan para saciar el hambre, que es lo único que abunda en la Venezuela arruinada por la revolución.

Estas desmedidas acciones no tendrán otro final distinto al de las areperas socialistas, los cultivos organopónicos de la avenida Bolívar de Caracas, los conucos y cochineros urbanos, los gallineros verticales, las rutas de la empanada, y demás locuras revolucionarias.

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