Si no existieran compromisos ideológicos, tendría que publicarse algo en Le Monde Diplomatique sobre la presencia de fuerzas guerrilleras colombianas en territorio venezolano. El diario debería opinar sobre la estampida de venezolanos huyendo de la muerte
La vieja izquierda es oportunista, aprendió a navegar en aguas turbias, sobrevivió nostálgica soñando con las utopías que jamás realizó. El marxismo se volvió reaccionario sin ni siquiera darse cuenta.
No acepta que todas sus experiencias fracasaron. Continúa negando y oponiéndose a otras formas de desarrollo social, que han demostrado ser mucho más efectivas. Por eso lo que queda de sus líderes, se compromete con regímenes de dudoso espíritu democrático. Esos que no se diferencian de dictaduras y que utilizan métodos similares a los fascistas. Pero eso no importa, buscan presentarlos como ejemplos viables de lo que ha constituido su razón de ser.
Los del tercer mundo viven al acecho, esperando aprovechar las debilidades de la democracia, propias a su especificidad. Los de países desarrollados, utilizando supuestas revoluciones, golpes de Estado o el mensaje populista, como un ejemplo o una justificación de sus propuestas antiamericanas o antiliberales. Entendieron que un sistema democrático exige libertad, igualdad, justicia, respeto, tolerancia, pluralismo y participación de la sociedad. Los oportunistas aprendieron a disfrazarse de demócratas, para llegar al poder y desde allí destruir el sistema.
En América Latina tenemos ejemplos recientes, pregonaron luchar por principios, valores y por el pueblo, pero una vez alcanzado el poder. Solo les interesó el control total de los ciudadanos y de los recursos patrios; Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia son un fiel reflejo.
Se han organizado abiertamente para socavar la libertad en nuestro continente. Los hemos visto actuando en el Foro de Sao Paolo; dictadores, partidos políticos, terroristas y guerrilleros, planificando juntos… son la misma cosa.
Existen los de antes, los que se habían adaptado a la vida democrática, con un disfraz más sutil, pero esperando al bate que les llegue su hora. Buscan alianzas opositoras, apoyan candidatos en la medida en que puedan serles útiles; viven del sistema esperando la oportunidad para dar el zarpazo.
Infiltran, socavan, manipulan, creando condiciones para imponer sus discursos. Implementan planes contra gobiernos democráticos, fomentando la sed de venganza y el odio de clases. No los verás intentando mejorar sus respectivas realidades. Su objetivo es procurar el control del país, para eternizarse en el poder, al estilo de Fidel y Raúl. Los de otras latitudes, son más cínicos. Cierran los ojos ante las violaciones a los derechos humanos. Presentando ante sus electores, la catástrofe latinoamericana como un logro revolucionario, evidentemente la distancia, permite engañar a sociedades poco informadas, de la tragedia en que están sumidos nuestros pueblos.
Se convierten en visitantes ilustres de los regímenes de turno, cambiando su actividad de portavoz, por jugosos contratos o “contribuciones personales” de billetes verdes. Políticos, antiguas primeras damas, medios de prensa, candidatos electorales, toman el avión para hacerse su selfie con el sátrapa de turno. Regresan con contratos publicitarios, contribuciones a sus fundaciones, a los gastos de campañas electorales o con contratos millonarios de asesorías… que, en su gran mayoría, nunca declarados al fisco.
Así entendemos posiciones como las que sostuvo Mme. Mitterrand, o la edición en español del periódico Le Monde Diplomatique y el apoyo al régimen venezolano, del candidato francés Melanchon. Sin lugar a dudas personajes de esta calaña, son moralmente corresponsables, de los crímenes que allí se cometen. Aquellos que durante 50 años sufren el pueblo de Cuba y los 20 que llevan los venezolanos.
Melanchón, quien se pretende líder de la vieja izquierda francesa, no es más que el alcahuete de Chávez y Maduro. Debería responder, si está de acuerdo con que se persigan y encarcelen a políticos opositores, jueces y diputados, sin cumplir con los procedimientos pautados en la ley.
Si no existieran compromisos ideológicos, tendría que publicarse algo en Le Monde Diplomatique sobre la presencia de fuerzas guerrilleras colombianas en territorio venezolano. El diario debería opinar sobre la estampida de venezolanos huyendo de la muerte, en manos del hampa, el hambre o la ausencia de medicinas.
Que puede esperarse de un medio que no escribe una línea en defensa de la libertad de prensa en Venezuela. Un silencio acusador que demuestra que la revolución bolivariana no es más que una revolución mediática, de papel, nada existe ni es real, repiten una mentira mil veces para que parezca verdad. Tendríamos que escuchar a comunistas europeos y americanos, explicar cómo se justifica el tráfico de drogas, que involucra a personeros del régimen, o el origen de las cuentas millonarias, en Suiza y en Andorra. Como también nos sorprende el aterrador silencio, sobre el exterminio de las poblaciones indígenas, en el arco minero venezolano.
La izquierda latinoamericana no se queda atrás; silencios cómplices existieron con pasados gobiernos en Argentina, Brasil, Uruguay o Chile. Fueron necesarios los cambios de regímenes, en los países mencionados, para que la solidaridad latinoamericana se hiciera presente. El caso español merece un comentario aparte, ya que han pasado de una valiosa e importante defensa de la constitucionalidad en Venezuela, a la política del avestruz. El nuevo gobierno se pliega a las exigencias de su socio Podemos, quien maniobra para saldar su deuda, por el apoyo chavista a su proyecto, imponiendo a Pedro Sánchez, su silencio cómplice.
Esta izquierda pragmática, no es demócrata, terminó convertida en oportunista, socia de regímenes absolutistas y militaristas. Apoyando los intereses rusos, chinos e iraníes y sus alianzas estratégicas con las Farcs, el Hezbollah y regímenes como el de Bashar al-Ásad en Siria.
Algunos ejemplares conviven dentro de la oposición venezolana, buscan salir de Maduro con la intención de montarse ellos… la eterna búsqueda oportunista de su quimera intelectual. Son peligrosos, juegan sucio, también manipulan; son titiriteros de voluntades ajenas, que utilizan para destruir rivales que no les garanticen, la posibilidad de su ilusión irrealizable.
Toda esta vieja izquierda ha involucionado, está resentida, sus ideales murieron, se siente cómoda disfrutando de las mieles del poder, se procura privilegios, destruye reputaciones. Como se hizo en China o en la Unión Soviética, no duda en apuntar con sus armas la clase trabajadora. Ensalzar a un dictador, publicar mentiras, falsear la realidad, tan solo porque se es dueño del medio impreso, merece por los menos nuestro repudio. El resentimiento ciega, pero no exime de responsabilidades, Melanchón, Ramonet o Pablo Iglesias, pasarán a la historia como corresponsables de nuestra tragedia… serán llamados “los fariseos del siglo XXI”.