Una
Una prueba de este enunciado es el célebre juicio a O.J. Simpson, conocido jugador de fútbol americano, de raza negra, quien fue acusado de asesinar a su rubia exesposa y un amigo. A Simpson, quien tenía cargos por violencia doméstica, le consiguieron sangre y cabellos de sus víctimas demostradas por pruebas de ADN. Así y todo fue declarado no culpable por un famoso y costoso bufete de abogados, no porque se demostró su inocencia, sino porque hubo vicios en el procedimiento.
Al fin y al cabo, en gran parte, en eso consiste el trabajo del abogado, emplear formulismos y artificios técnicos para conseguir la libertad a como dé lugar, aunque el acusado sea culpable. En el caso de Simpson, luego del juicio penal se presentó una demanda civil y en esa ocasión el jurado lo declaró culpable de las dos muertes y obligó a pagar 33.5 millones de dólares a los familiares, pero con otras artimañas legales logró evadir el pago y la prisión.
Sin entrar en detalles sobre jurisprudencia y otros ambages del derecho, estas distorsiones ocurren porque se le da mayor importancia a la forma cómo se desenvuelve el proceso, que al hecho de si el procesado es culpable o no. Lo mismo se aplica a la flexibilidad e interpretación de las leyes según conveniencia del interesado. Es así como el TSJ hace lo que le da la real gana con las leyes sin que se pueda hacer nada al respecto. ¿Qué puede esperarse de un TSJ, cuyos componentes corearon en público y al unísono “uh ah Chávez no se va”?
¿Qué decir de la Constitución “de Chávez”? Que se supone es la mejor del mundo y ahora la quieren cambiar violándola al no consultar al soberano. Supuestamente defiende la propiedad privada y los derechos humanos y sin embargo, el innombrable con su “exprópiese” y ahora la represión oficial echan por el suelo esos postulados.
Si el pueblo rechaza cambiar las leyes de la Constitución mediante un referendo, se crea una ley habilitante y de todas maneras se cambian. Una mayoría eligió una AN y una minoría decide anularla en flagrante violación de la Carta Magna. El 80 por ciento de la población rechaza la constituyente y el Presidente amenaza a gritos a su pueblo con arrasar con las armas si pierde con los votos. Las leyes no sirven para nada. Que oiga quien tiene oídos.