Esto no fue un caracazo o una insurrección popular, fue un crimen premeditado, perpetuado y dirigido con tirria y alevosía contra los mismos ciudadanos que se supone representan y protegen. La orden a las fuerzas públicas fue clara, dejarlos saquear
A Maracaibo, además de la maldición del apagón, le tocó vivir la arremetida más desastrosa y mal intencionada que haya padecido esta ciudad. Cifras preliminares de la Cámara de Comercio estiman unos 500 locales, no solo saqueados, sino destruidos por la saña del vandalismo. En el Sambil 105 tiendas devastadas, casi todas las de Delicias Norte, Centro 99, Enne, Makro, Ferremall, Millenium, 30 panaderías, 22 supermercados y 20 farmacias.
En Polar y Pepsi, además de robarse toda la producción, desvalijaron 22 camiones, cinco montacargas de sus motores y cauchos, aparte de 23 computadoras. Pero no fueron solo locales de lujo, el vandalismo azotó La Curva de Molina, Circunvalación 2 y mercados populares como el Periférico de La Limpia. También tiendas de trajes, zapaterías y de artefactos electrónicos.
Esto no fue un caracazo o una insurrección popular, fue un crimen premeditado, perpetuado y dirigido con tirria y alevosía contra los mismos ciudadanos que se supone representan y protegen. La orden a las fuerzas públicas fue clara, dejarlos saquear. El Nacional difundió un video en el que la Guardia Nacional permitía el vandalismo. Vehículos oficiales con mercancía dizque decomisada.
Muchos fueron testigos de cómo camiones volteos repletos de revoltosos, escoltados por motos con colectivos fuertemente armados y con chalecos antibalas, inducían al pillaje a un pueblo hambreado y desesperado, que al comprobar la total impunidad y falta de represión no se iba a quedar sin su tajada, que de todas maneras alguien se iba a robar. No es una justificación, sino una explicación.
Podría alegarse que era parte del plan comunista para acabar con la clase media, pero resulta que los establecimientos de los enchufados, no solo no fueron tocados, sino fuertemente protegidos. No huele a ideología, sino más bien a mafias extorsionadoras y criminales en busca del dominio de redes de distribución como alimentos o medicamentos.
Esto tiene nombre y apellidos y todos lo saben. No puede quedar impune. No solo representa la ruina para la mayoría de los afectados, sino el desabastecimiento, la inflación y el desempleo para la clase trabajadora. No se trata de política sino de sobrevivencia, porque después viene el saqueo de villas y apartamentos. Es necesario salir de esta gentuza. Que oiga quien tiene oídos…