“Perdí toda la masa muscular e incluso el pelo”

Isbelia Pu00e9rez pasu00f3 de ser una activa maestra a una mujer que apenas puede mantener una posiciu00f3n erguida. (Foto: Francisco Rincu00f3n)

La familia Pérez del sector El Bajo la conforman tres personas con necesidades especiales que habitan una vivienda prestada. A los problemas de salud se suma la  mala alimentación y las bajas condiciones higiénicas de su hogar. Sobreviven con una pensión

Cada una de las hojas de las matas de níspero, ubicadas en la avenida 16 entre calle 55 y 57 de la parroquia El Bajo en San Francisco, iluminan la vivienda ocupada por una familia con “muchas” necesidades. Sus habitantes tienen anhelos y sueños de un presente mejor, el cual no ven en un futuro inmediato. 

El patio luce sucio y las paredes manchadas. En el porche, en posición inerte, permanecen Isbelia Pérez, de 61 años, quien durante 25 años trabajó maestra en tres escuelas primarias; su hija Marianeth Baez, de 30, y su hermano Óscar Pérez, de 48. Cada uno sufre un caso particular. 

La casa donde viven es prestada, tiene tres cuartos y sin aire acondicionado. Sus ojos caídos develan que algo le ocurre. Es la distrofia generalizada, los nervios y otras dolencias, provocadas por las dos primeras, hacen mella en su ser. “Tengo muchos años sobreviviendo con esto. Perdí toda la masa muscular e incluso pelo. Sufro de bipolaridad y debo sostenerme la cabeza con la mano porque no la puedo tener firme”.

Pocos 

Isbelia narra que su problema es degenerativo y por ello perdió 15 kilos. Durante su travesía en este mundo fue operada de tiroides, vesícula, dos veces de riñón, una vez en una de sus rodillas y tiene principios de osteoporosis. Aunque es poco lo que se le entiende al balbucear, logra contar que nunca desayunan. “Hace dos meses tuve una recaída. No me podía parar de la cama ni reconocer a nadie. Algunos familiares me ayudaron, pero fue mi madre de 81 años la que me atendió y se quedó conmigo”.

Mientras trata de contar su historia, su hija Marianeth, la observa al tiempo que trata de imitar lo que dice su madre. Sus pies están descalzos y sucios, y su historial médico refleja que posee retardo psicomotor. Uno de sus familiares comenta que logró caminar a los tres años y medio y fue sometida a cinco cirugías en los pies. Marianeth estudió hasta los 15 años en una escuela especial, de allí en adelante su madre es su compañía.

A solo unos metros y con un palo de escoba que le permite sostenerse, se encuentra Óscar, quien sufre distrofia muscular o pérdida de fuerza muscular en miembros anteriores y superiores. A pesar de trabajar como obrero y vigilante hace muchos años su único sustento es la venta esporádica de chorizos que reparte en su bicicleta. “Me gradué de bachiller a los 18 años. Me partí la cabeza varias veces al caerme debido a mi enfermedad. Mis pies están torcidos hacia dentro y abajo. Necesito un bastón de cuatro patas para caminar mejor”.

Se cae

Debido a sus condiciones, la casa solo puede “medio limpiarse” una vez a la semana. Los cuartos y baños permanecen desordenados y con un olor penetrante a humedad. Los platos están sucios y la comida escasea. “Anoche me comí un pedacito de plátano y ‘Mari’ unas bolitas de harina”, comenta la otrora docente. 

La familia Pérez ansía un futuro mejor. Necesitan con urgencia ir a fisioterapias, pero no tienen las maneras de asistir a ningún centro asistencial cercano porque no tienen quién los lleve. Mientras viven en una casa que se sostiene por la calidad de la construcción y del material. Para Isbelia los gritos que en algún momento dio durante sus clases son parte del recuerdo, hoy en su vida ese espacio es ocupado por las enfermedades y la necesidad.

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