Hemos
A dos días de los actos conmemorativos de la ciudad de Maracaibo, quisiera hacer ciertas reflexiones sobre nuestra posición frente a la condecoración propuesta por la Alcaldía al gobernador Francisco Arias Cárdenas.
La polarización no solo ha promovido la intolerancia política y el irrespeto entre ciudadanos, también trata de obligarnos a aplaudir todo lo que se haga en mi acera aunque eso implique traicionar mis principios y la lucha democrática que hemos librado como principal bandera. Actuar en apego a tu convicción y ética muchas veces implica no ser agradable a las élites del poder, precio que debemos estar dispuestos a pagar cuando decidimos estar al servicio de la gente.
En esta Venezuela convulsionada y golpeada por el irrespeto y la falta de autenticidad, las palabras democracia e institucionalidad son utilizadas de manera ambigua y como justificación a situaciones antítesis de su significado. Democracia es respeto a las instituciones y sus gobernantes, pero una cosa es respetar la investidura del gobernador y otra muy distinta es brindarle una Orden Mérito Civil, a quien no es la mejor muestra de civilidad, devaluando a quienes bien merecido reciben esta distinción.
Hemos recibido diferentes opiniones, en su mayoría favorables, sobre nuestra posición, pero hay quienes celebran y aplauden dicha condecoración calificando esta postura de absurda, incoherente, no democrática, producto de la conveniencia política y asumida sin convicción real. Esas opiniones que respetamos nos generan varias preguntas. Si hoy fuesen ellos los padres de los jóvenes zulianos golpeados, perseguidos o apresados por las policías del régimen ¿pensarían lo mismo? Si fueran los padres de los funcionarios botados de la Gobernación por haber firmado ¿pensarían lo mismo? Si fueran los padres de los jóvenes a quienes pretendieron quitarle sus becas por validar su firma ¿pensarían lo mismo? Probablemente no sea ese el caso de sus familiares y al respondernos esas preguntas podemos no tener claro quiénes asumen posiciones por conveniencia política y sin convicción real.
Yo apuesto a la recuperación de la democracia, que se respeten los poderes públicos y sus competencias, actuando con transparencia y sin corrupción, que cese la persecución a la disidencia y que nadie muera de hambre o por no tener medicamentos. Claro que apuesto a ello, pero nada de eso se logra condecorando a quienes precisamente son responsables de esta grave crisis.