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Según el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado, humillar significa rebajar, envilecer, apabullar el orgullo de una persona, despreciarla hasta lo indecible.
En este orden de ideas, un pueblo que sistemática y constantemente es humillado, reducido a un número, a una ficha, confinado a las sempiternas colas cuando va a hacer supermercado, al abasto, a la bodega, etc., es un pueblo envilecido. De hecho, la humillación del pueblo no es otra cosa que abatir la dignidad de su persona como individuo. Cuando esa persona es considerada indigna, vale decir maltratada y excluida de sus legítimos derechos naturales de adquirir alimentos, medicamentos, útiles, enseres, maquinaria, piezas de repuesto para sus vehículos, entre tantas otras cosas, se le está humillando.
Es el caso de la actual Venezuela, rebajada de categoría social, abatida hasta los tuétanos; arruinada, desfalcada y entronizada en medio de corruptelas e impunidad absolutas, y lo que es aún más grave, entregada dócilmente a sus colonizadores cubanos del Siglo XXI, Fidel y Raúl Castro, Nicolás Maduro mediante y su cuadrilla de facciosos.
Cuando en un pueblo, las personas, familias enteras, tienen que hacer colas interminables, que la cínica señora Jackeline Faría, las tildó de “sabrosas”, pero que ella nunca las hace, ese pueblo está siendo humillado. Cuando de igual modo, logra al fin entrar al supermercado, farmacia o abasto, y se le dice que no hay el producto que busca, está siendo día a día, hora a hora, minuto a minuto humillado.
Si logró entrar al establecimiento y consiguió lo que buscaba, entonces ocurre que la cajera le dice que no le puede vender nada, puesto que ese día no le toca por el terminal de su cédula. Ese pueblo está siendo humillado.
Si alguien enfermo crónico que sea diabético, que sufra del corazón, de la tensión o la circulación, no halla los medicamentos requeridos para su vida y salud, está de igual modo, siendo vergonzosamente humillado. Cuando no se consiguen reactivos para las pruebas para detectar el cáncer, el sida o las vacunas y los medicamentos de quimioterapia; o para hacerse la diálisis requerida que purifique su sangre de las toxinas que los riñones son incapaces de hacer, al paciente se le humilla vergonzosamente.
El que eso ocurra en un país petrolero, es algo inaudito, completamente atípico. Estos tristes e increíbles hechos que se describen pertenecen a la Venezuela humillada y sometida por la dupla de dictadores Maduro-Cabello. El país ha sido envilecido hasta lo indecible y su población vuelta una miseria.
Se está a las puertas de una tremenda hambruna y los cínicos que asaltaron el poder le volverán a echar la culpa de sus fracasos estruendosos al imperialismo yanqui, a Uribe y a la oligarquía rancia y unos cuantos idiotas ideologizados les creerán. Por lo señalado, amigo lector, sacúdase la humillación a la que lo han sometido y salga hoy a votar! Venezuela requiere de ser independizada de nuevo!.