El español Rafael Nadal, segundo cabeza de serie, escribió otra página memorable en el Abierto de Estados Unidos después de luchar cuatro horas y 51 minutos para vencer en la gran final al ruso Daniel Medvedev
El español Rafael Nadal, segundo cabeza de serie, escribió otra página memorable en el Abierto de Estados Unidos después de luchar cuatro horas y 51 minutos para vencer en la gran final al ruso Daniel Medvedev, quinto favorito, por 7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4, que le dejó con su cuarto título del último torneo de Grand Slam de la temporada.
De nuevo, Nadal, que a sus 33 años también amplió su palmarés a 19 títulos de Grand Slam, no sólo se llevó la victoria, que también se mereció Medvedev tras remontar los dos primeros sets, sino que demostró la magia única que impregna su espíritu de no darse nunca por vencido.
Lo hizo con un tenis de lucha permanente, peleando por cada tanto ante un rival, que a sus 23 años, llega decidido a ocupar el puesto de uno de los Big 3 que ahora dominan el tenis mundial como son el propio Nadal, el serbio Novak Dojokivc, número uno del mundo, y el suizo Roger Federer, tercero.
Precisamente a Federer es a quien más se le compara el tenis que despliega Medevec, un jugador que cuando corrija y mejore algunos de sus aspectos será imbatible en un futuro inmediato.
Pero en Flushin Meadows tuvo que ceder y quedarse sin su primer título de Grand Slam porque Nadal defendió como nunca el legado de los Big 3, todos ellos combinados para 55 títulos de Grand Slam.
Nadal, que se convirtió en el segundo tenista de mayor edad en alcanzar la final del Abierto desde que en la del 2015 la jugó Federer con 34 años, se enfrentó a Medvedev, el más joven desde que Djokovic la jugó con 23 en el 2010, cuando el tenista serbio tuvo la misma suerte perdedora frente al campeón español.
Mientras que el triunfo de Nadal en el Abierto deja a los Big 3 con todos los títulos de Grands Slams desde el 2017, Federer sigue al frente de la lista de todos los tiempos con 20, seguido por el tenista español, Djokovic que posee 16 y el legendario Pete Sampras ya es cuarto con 14.
Nadal evitó también que Medvedev no sólo se hubiese llevado su primer título de los “mayores” sino que hubiese completado una de las remontadas más memorables que se pudiesen recordar en la pista central Arthur Ashe Stadium, con más de 24.000 espectadores, que al final se entregaron por igual al espectáculo grandioso que dieron ambos tenistas.
Pero Nadal, que tuvo un cuadro mucho más fácil que el de Medvedev e inclusive jugó un partido menos, por no presentación en la segunda ronda del australiano Thanasi Kokkinakis, número 203 del mundo, lesionado, hizo prevalecer su experiencia y sobre todo el mantener ese instinto “asesino” que solo tienen los grandes campeones.
Medvedev vio cortada su racha de 12 triunfos consecutivos pero logró el gran triunfo personal de reconciliarse con los aficionados neoyorquinos a los que se enfrentó de manera antideportiva al comienzo del torneo.
El tenista ruso estuvo correcto en el breve discurso que dio en la entrega de los trofeos al admitir de nuevo que se “equivocó”, pero que al final la remontada de dos sets en contra solo fue posible al apoyo que había recibido de los aficionados, mientras que alabó con clase y un gran humor el excepcional triunfo conseguido por Nadal.
Mientras que el nuevo campeón reconoció que vivía uno de los momentos más emocionantes de su carrera profesional y también le dedicó a Medvedev todos los elogios, reconocimiento de su clase y la premonición de que no tardando mucho volvería a tener la oportunidad de luchar de nuevo por un título de Grand Slam, que esta vez estuvo reservado a un tenista mítico.
Nadal acaba otra temporada de ensueño con dos títulos de Grand Slam, también consiguió el de Roland Garros, jugó la final del Abierto de Australia y la semifinal de Wimbledon, además de dos Masters 1.000 ganados, el de Roma y Canadá, que le permiten tener marca de 26-1 en los últimos cinco torneos que ha disputado.
Todo culminado con una nueva demostración de magia, pundonor, clase, esfuerzo y sacrificio que dio en la pista central Arthur Ashe Stadium, donde volvió a ser coronado como el “rey” de Flushing Meadows y confirmó que es su segunda casa después de tener a Roland Garros como el recinto talismán de una carrera legendaria y excepcional.