El Gobierno una vez más, sabiéndose acorralado por el descontento ciudadano hacia su desastrosa gestión, huye hacia adelante y se juega a “Rosalinda”. Esta especie de juego de “todo o nada” busca capitalizar esa pérdida de fuerza que han venido sufriendo los factores opositores en los últimos meses
“La esperanza hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas, aun cuando no vea tierra por ningún lado”. Ovidio
El Gobierno hoy nos plantea un nuevo reto. Quizás el más grande de estos últimos 20 años. Nos vemos de cara nuevamente a un proceso electoral, planteado como siempre en las más desfavorables condiciones para los sectores que adversan las políticas y el modelo mediante el cual, ha sido controlado y regido el Estado venezolano durante estas últimas dos décadas.
Vemos como una vez más y con una artera intención de aprovechar el momento político menos adverso para el Gobierno, se adelantan unos comicios que en un inicio se concibieron como presidenciales y a los que ahora se les pretende dar características de mega-elecciones en aras de barnizar al Gobierno con la legitimidad de una renovación de poderes.
Esta especie de juego de “todo o nada” busca capitalizar por parte del Gobierno esa de pérdida de fuerza que han venido sufriendo los factores opositores en los últimos meses, producto de las incoherencias en el discurso y de una aparente “desunión” de la unidad.
El Gobierno una vez más, sabiéndose acorralado por el descontento ciudadano hacia su desastrosa gestión, huye hacia adelante y se juega a “Rosalinda”, pero no sin antes garantizar con todo el ventajismo del que ha hecho siempre gala, propinar un golpe audaz y hegemonizar el Estado en torno a su figura de poder, es decir, quedarse con todo, convirtiendo su minoría en una mayoría.
Aplaudí la negativa de la MUD a firmar un acuerdo que no era ningún acuerdo. Pero la aplaudo acompañándola con la pregunta: ¿ahora cuál es la ruta a seguir? ¿O es que no vamos a ir a elecciones para sentarnos todos a ver en las puertas de nuestras casas cómo van a votar quizás tres millones de venezolanos con franelas rojas que al final de la tarde se convertirán en 8, 10 o 12 millones según lo indique la tendencia irreversible del CNE? Porque la inacción es omisión y por muchas omisiones estamos, -a mi manera de ver- en donde estamos.
Es necesario que ese 80 % que dicen las encuestas que adversamos al Gobierno sepamos cuál es el camino a seguir. Porque abstenerse también puede ser una forma de participar si hay un programa, si hay coherencia, si hay propuestas y programa país siempre dentro del marco de la democracia, de la Constitución y las leyes. Que el 22 de abril de 2018 no sea una reedición macro de lo sucedido en el 2005.