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El escenario político, social y económico de Venezuela se enrarece por minutos, a niveles nunca antes imaginados. La falta de entendimiento entre quienes ostentan el poder y el resto de la sociedad, ha sellado en las últimas semanas una ruptura de graves proporciones en el contrato social.
La cultura política de los venezolanos es enorme como consecuencia de lo que hemos vivido en estos años. Quizá es algo que el oficialismo no midió; pero la gravedad de ese intento de colonizar un poder independiente, encendió la ira nacional y las manifestaciones no se han detenido desde entonces. Ante la sordera del poder, ante su insistencia en hacerse trajes a la medida para mandar como mejor le parezca, ante la arremetida desproporcionada contra las demostraciones ciudadanas, ¿qué nos queda? Resistir. ¿Qué entendemos por resistir?
Primero que nada, no renunciar a nuestras certezas ni a nuestras convicciones. Por más amenazas, por más cerco, por más que se nos quiera encerrar en la desesperanza. En segundo lugar, seguir adelante con la construcción del país que creemos posible, viable, y que nos merecemos. No podemos asumir como natural un modelo de país donde la escasez de bienes y de valores nos lleva a vivir una vida a medias, una vida amputada de derechos irrenunciables.
Y el venezolano resiste. No solamente continúa alzando su voz, sino que encuentra formas cada vez más creativas y efectivas de hacerlo; formas que hace eco y derrumban los muros del silencio que se construyen con soberbia y terquedad. Aunque la ciudadanía está más clara que nunca al respecto, nunca está demás recordar que, ante la irracionalidad del poder, tenemos el derecho de sostenernos en nuestros principios inalienables de compromiso con la libertad, la justicia, la paz y tantos otros valores que se pretende confiscar al venezolano en este momento.
Quienes tenemos la certeza de estar haciendo lo correcto, no vamos a ceder en nuestra posición ahora menos que nunca; mientras esperamos el momento en el cual el desgaste por las reiteradas equivocaciones cometidas pongan punto final a un experimento político que jamás debió suceder, debido a los elevados índices de dolor y sufrimiento que ha traído a nuestra gente. Ahora más que nunca, seguimos adelante con nuestras certezas.