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El temor de una radicalización de la revolución política en Venezuela por parte del Estado, tiene bases bien fundamentadas. Mantener y radicalizar el actual sistema de gobierno, tendrá efectos inmediatos en la economía, lo que traerá un negativo impacto en todos los estratos sociales y como efecto dominó, se verá reflejado en aspectos de seguridad pública, privada y en conclusión la ciudadanía.
El no reflexionar y aplicar las medidas económicas ampliamente recomendadas no solo por respetados economistas sino académicos en general, sumados a organismos internacionales, está agudizando por ejemplo, lo que hasta ahora se conoce como "bachaqueo".
No transcurre una semana en Venezuela, en la que no se tengan noticias sobre saqueos a establecimientos públicos o privados, donde el pueblo, el mismo que respaldaba la revolución, estima que existen artículos de primera necesidad y va tras ellos. La explicación de estos hechos y su incremento en la frecuencia es muy sencilla: cada vez menos materia prima, insumos en general y productos terminados ingresan a una Venezuela sedienta de dólares y con el aparato productivo seriamente comprometido.
A los intentos de conseguir principalmente alimentos en locales comerciales, bajo métodos violentos, se suma ahora la caza de unidades de transporte de mercancías. A nivel nacional, los vehículos de carga son asaltados por grupos que se organizan para identificar aquellos tramos de carretera donde las unidades son más vulnerables. Por lo general los asaltantes logran su objetivo, los dueños de la mercancía la pierden y en el mejor de los casos reportan a los seguros, los cuales se ven en la necesidad de incrementar las primas. En otras oportunidades los vehículos son desmantelados, ya que algunos aprovechan la ocasión como medio de obtener baterías, cauchos u otros repuestos que también son escasos. Las autoridades policiales y militares, la mayoría de las veces "llegan tarde", no logran recuperar los bienes afectados y hasta, según videos distribuidos en las redes sociales por testigos presenciales, aprovechan la oportunidad para cargar en las mismas unidades policiales, parte del botín. Ante este panorama, el sistema de distribución terrestre de mercancías podría verse colapsado dado que justificadamente, llegará el momento que los dueños de las unidades de transporte se negarán a arriesgar su patrimonio.
Ahora bien, cuando se analiza quiénes pueden ser los protagonistas de los hechos de violencia antes mencionados, se llega a la conclusión de que los más favorecidos son precisamente los "bachaqueros", que han visto disminuir las posibilidades de acceder por los medios tradicionales a los productos que comercializan. Ellos con un sistema de organización que algunos subestimándolos califican de primitivo, logran obtener información de los centros de distribución: productos que se transportan, identificación de los vehículos, lugares de destino. De allí que saben con anticipación, que progresivamente el actual sistema de distribución no llena sus expectativas y por ende buscan otras alternativas.
Ante este panorama, ¿qué hace el Estado? Aplicar lo que coloquialmente se denomina "paños de agua caliente". Asigna un número de funcionarios militares y policiales para la custodia de los vehículos de carga, los centros de distribución y los locales comerciales que como punto final, venden al ciudadano. Estas funciones operativas, cuyos costos por cierto el Estado no informa, se hacen cada vez más permanentes. La consecuencia inmediata es una distorsión de lo que son las funciones originales de los cuerpos de seguridad. Infraestructuras críticas del país tales como puertos, aeropuertos, vías de circulación, campos petroleros, refinerías, instalaciones de distribución de energía eléctrica y hasta módulos policiales y militares, cada vez cuentan con menos funcionarios. Por otra parte, los operativos de seguridad que deberían estarse ejecutando, están en mora por la ausencia de funcionarios. Asimismo, vemos cómo policías, militares y hasta soldados del Ejército son asignados a funciones de resguardo para las que no están preparados.
Esta situación es del conocimiento de los delincuentes, los cuales nunca antes que ahora, disponen de un entorno totalmente favorable para realizar sus actividades.
En líneas muy generales, este es el panorama. ¿Nos imaginamos una revolución más radicalizada? Hagamos un sencillo ensayo.
El Estado decide intervenir las pocas empresas privadas productoras de alimentos, amplía la lista de productos regulados y asigna un cupo de venta libre de productos (libreta de racionamiento, electrónica para evitar similitudes caribeñas).
En primer lugar, las medidas serían populistas ya que no es mucho el inventario sobre el que pueden tomar decisiones. Los países "aliados" del sistema de gobierno son cada vez menos, y muy poco dispuestos a comprometer sus dólares en un gobierno con un futuro incierto. El aliado mayor que ha sido China, ya se negó a facilitar más capital. A lo sumo, permitió una mora en el pago del capital de préstamos anteriores, pero exigió la puntualidad en los intereses. En la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos, el Mercosur y la ONU, el Gobierno venezolano es un miembro obligado pero cada vez más incómodo. En la Opep, Venezuela no tiene mucho que decir, cuando el petróleo se ha mantenido en los actuales precios por barril, la producción nacional está muy lejos de crecer y lo que antaño era una transnacional modelo de eficiencia a nivel internacional: PDVSA, hoy en día solo puede competir por los últimos lugares, con algunas empresas africanas. Por otra parte, independientemente de su tendencia ideológica, Venezuela debería identificar nuevas opciones de generación de riqueza, que no esté ligada a los hidrocarburos. Cuando un país como Arabia Saudita con una gigantesca reserva en divisas calculada conservadoramente el 900 mil millones de dólares, y una capacidad instalada de producción de petróleo liviano con tecnología de punta, anuncia que en un lapso de 20 años será dependiente de otro recurso que no sea el petróleo… no sería como para que Venezuela lo medite?
Quienes propagan el discurso de radicalizar la revolución, saben que es solo un discurso, quienes tienen la posibilidad de decretarlo, conocen de antemano que esa medida tiene sus días contados.