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Lo tenía en frente. En la mira perfecta para accionar el percutor. Había como dos mil personas y las banderas ondeaban con frenesí. No sabía si tomar precauciones elementales o dejarse llevar por las circunstancias perfectas. En su fuero interno no cabían los escrúpulos. Quizá un poco de estupor. No era un blanco móvil ni mucho menos. A primer golpe de vista, solo se requeriría de una bala. Un plomazo irreparable. Podría ser un héroe para algunos, pero un villano para el mundo. Es una sensación comprensible por lo que está en riesgo.
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Y si los gringos se la juegan y aniquilan Miraflores por su culpa. Hay que maquinar. Debe inhalar y sostener su duda detestable. Las repercusiones, sí. Le arden las incógnitas en la cabeza. La orden era hostigarlo y propiciar el desorden. Que no le quede más aliento para seguir con este intento de quebrantar al Gobierno. Se siente un superdotado por unos segundos. Tiene el arma, pero no sabe si las agallas para lo posterior.
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Vuelve a vacilar. Nada está en orden. Quién lo defenderá. El pulso no está muy firme, aunque la distancia es corta. Gruñe para sus adentros por temer. La idea le da tumbos. Los segundos se alargan. Despilfarrar la oportunidad sería lo peor. El régimen lo respetará si lo hace. Un justiciero para su gente. Pero todo es tan incierto.
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La verdad es recóndita. La valentía no hallaba acomodo. Urdido en su propia incertidumbre, baja el arma. “¡Maldita sensación de aniquilamiento!”. No es virtuoso para las reglas. Lo encarcelarán. Lo lincharán sus adeptos. Carece de disciplina para los planes. No sabe hacer énfasis en los ideales. Solo ataca. Lo fatiga su desconcierto. No era el momento para un capricho sabatino. Su instinto brutal le falló.
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Entretanto, otros miembros de la camarilla continúan sus labores encomendadas. Funcionarios policiales los respaldan y el escenario se volvió turbio, como estaba planificado. Fueron movimientos simultáneos bien llevados. Entre todos se disolvió esta manifestación en Lara. Balas y pedradas rasgaron el aire. Cinco personas resultaron heridas. Detonaron explosivos ante una turba de manifestantes contrariados. Siempre difuminado el Estado de derecho en Venezuela. Sobrevivir es de valerosos.
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Guaidó supo que pudo toparse con su mala hora. Lo expresó con furia, enroscados en un contexto espinoso. “La cobarde dictadura intentó asesinarme. Tiene más de nueve impactos de bala nuestro vehículo”. La intención es demolerlo en su meta. Darle una sacudida para que retroceda. Escamotear, como guía al uso cubano, los sueños de libertad. Pero se le ve con convicción firme. Todo está predestinado. La historia comienza a descifrarse.
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“Accionaron armas de fuego cerca de nosotros. Me apuntaron. Pero eso no nos va a hacer retroceder”, lo dijo sin distorsionar el rostro. Estuvo a bocajarro de perder la vida. Intrépido, animoso y convencido de su misión, tiene claro los artilugios a los que seguirá sometido. No se amilana. No hay pánico en su voz. Tal vez una tenacidad empecinada. Lo tratan de abrumar por centésima vez. El automóvil tiene orificios, pero no su fortaleza. Esta cruzada no la va a perder.
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En esta ocasión salió ileso. Uno de sus escoltas resultó herido por una piedra. Un chico de 16 años recibió un disparo en una pierna. Colectivos armados hicieron su fiesta en un día bisiesto. Lo repudió inmediatamente el secretario de la OEA, Luis Almagro. Los Estados Unidos vincularon a Diosdado Cabello por el ataque perpetrado. El Grupo de Lima también condenó el atentado.
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Mientras, Cabello calificó los hechos como un falso positivo, una puesta en escena, todo montado por la jefatura de prensa de Guaidó. Premisa que ni los mismos diputados chavistas avalan, pues se encuentran atemorizados por los riesgos irreparables que podrían depararle en el ámbito mundial. “Debe llamarles la atención a estos carajos indisciplinados, que creen hacer lo que les provoca, sin medir las consecuencias internacionales”, alegó el diputado oficialista Jesús Superlano.
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Posiblemente hay desesperación y espanto en el régimen. Muchos pensarán que poseo delirios de optimismo, pero no me parece casual que Brasil ordenase el retiro de todos sus diplomáticos y funcionarios del servicio exterior en Venezuela, a pocos días del encuentro entre Bolsonaro y Trump. Algo se cocina en la agenda de las determinaciones y los designios están marcados.
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Bolívar sufrió sinnúmeros de atentados y en todos salió airoso. No creo que se atrevan a arrebatarle la vida a Guaidó. Sería adelantar el desenlace fatal para Maduro; sobrepasar las advertencias ya esgrimida por la coalición que está en contra del régimen. Pero algo guardan en el compartimiento de sus ideales absolutistas. A toda ojeada, si pretendiesen huir, ya lo hubiesen hecho. No se harán la vista gorda ante los deseos de acabar con la usurpación. Por eso esta lucha inconmensurable debe apoyarse con humor bárbaro y valentía, sabiendo que está en juego nuestra anhelada independencia.
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